viernes, 1 de junio de 2012

Se la tragó la noche, a punto de dar a luz

Texto originalmente publicado en El Universal Gráfico el 29 de mayo de 2012




Era el 26 de mayo de 2008. Adriana Tenorio tenía 19 años y estaba a punto de dar a luz un varoncito por segunda vez; su primer hijo tenía ya dos años. Ese día fue al Aurrerá con su pareja a comprar cosas para el nacimiento. La mamá de Adriana cree que habían discutido, porque en cuanto llegaron, él se retiró a casa de sus papás, a tres casas del hogar de Adriana, y se llevó a su hijo, cosa que hacía cuando se peleaban. Los jóvenes, aunque tenían una relación, no vivían juntos.
Alrededor de las once de la noche, Adriana visitó a su abuela, quien vivía en la casa contigua, en la colonia Santa Bárbara, Iztapalapa. Entró, platicó con una cuñada y un tío, vio un rato la televisión y anunció que regresaba a su casa, porque tenía que arreglar su cuarto. Se fue. Nunca más la han vuelto a ver. Algo pasó en el trayecto de menos de dos metros que existe entre ambas puertas.
Adriana no llevaba suéter, teléfono celular o dinero. Su mamá, Yanira González, recalca: “Si ella se hubiera querido ir, se hubiera llevado el dinero que tenía guardado. Además, al niño grande, lo amaba”.
La familia piensa que Adriana sólo pudo haberse ido por la avenida 5 de mayo. La colonia sólo tiene dos salidas: 5 de mayo y Eje 6, pero a esa hora el padre de Adriana regresaba a casa por esta última. “La hubiera visto”, dice la Yanira.

Búsqueda sin descanso
La buscaron en casa de su novio, en casa de su abuela, en todas partes. A los dos días intentaron poner una denuncia, y se enfrentaron a la indiferencia y las trabas que sufren casi todas las familias en casos similares. Pero Yanira decidió actuar. Habló con sus vecinos y comenzaron a hacer manifestaciones. Cerraron eje seis y mandaron cartas a los periódicos. Desde que los vecinos la apoyaron, le tomaron la denuncia en todas las instancias: la procuraduría capitalina, CAPEA. Incluso el entonces delegado de Iztapalapa, Horacio Martínez Meza, visitó a la madre para conocer personalmente el caso.
La familia no se quedó quieta. Visitaron las salas de maternidad y urgencias de todos los hospitales, mandaron hacer lonas con la foto de Adriana, y también tuvieron que visitar los servicios médicos forenses. “En ese entonces anduvimos buscando en Semefos porque [en la ciudad] aparecieron jóvenes embarazadas muertas, ya sin sus bebés.  Uno ocurrió muy cerca de la casa”, en el cerro de la estrella. Incluso muchos vecinos comenzaron a difundir el rumor de que se trataba de Adriana. La solidaridad que habían manifestado por el caso comenzó a transformarse en otra cosa: rumores no confirmados, que sólo lastimaron a la familia. Llegaron algunas personas a darle el pésame a Yanira. Ella tenía que explicarles que no se trataba de su hija, que ésta continuaba desaparecida y la seguían buscando.
El año pasado Yanira decidió suspender un tiempo la búsqueda. En el remoto caso de que su hija hubiera decidido irse por propio pie, pensó, le daría oportunidad de acercarse sin la presión de la policía y avisar que estaba bien. Pero no ocurrió así. Han reanudado sus esfuerzos: el papá de Adriana viaja a los estados y pega la foto de su hija. Comienzan las entrevistas y reportajes para la prensa, incluso han difundido el caso en Estados Unidos.
“Espero que ella se haya ido porque ella quiso”, dice su mamá, pero siente que no es así. “Afuera de la casa se ponía a vender danoninos y chicharrones preparados”, a ella simplemente no le gustaba salir. Mientras tanto, el hijo que dejó, que en ese entonces tenía dos años, ya tiene seis. Sigue preguntando por su mamá.


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