martes, 12 de noviembre de 2013

Crónica de una muerte encubierta




“Bien me lo decía Mari. Soy Rebe. Mari falleció el día de hoy”.

El mensaje llegó a las 10:52 de la noche del 18 de junio de 2013. Así, críptico y terrible, fue enviado desde el celular de su novia Maricarmen Estrada Tinoco, de 23 años, residente en la Colonia Lindavista, en Zapopan, Jalisco. Se encontraba  ahí porque estudiaba la carrera de ingeniería agrónoma. Le faltaba un mes y medio para titularse.

El novio reside en el Distrito Federal, la ciudad natal de Mari. Por lo que esa noche estaba muy lejos de ella. Marcó inmediatamente. La llamada no entró. No conocía formalmente a los padres, así que trató de comunicarse durante esa  noche y finalmente, tras un par de horas llamó a la familia.

Guadalupe y Alfredo, padres de Maricarmen, fueron despertados por esta noticia en su casa, en el Distrito Federal. Llamaron al hijo mayor, que reside en Jalisco–. Este había visto a Mari alrededor de las 8 de la noche de ese 18 de junio, cuando se reunieron.

Pero Mari no llegó a la escuela al día siguiente. Los amigos y profesores en la Universidad Autónoma de Guadalajara no sabían nada. Pasaron varios días sin que nadie les diera razón. Llegaron a Guadalajara el día 24 de junio. Fueron a casa de su hija directamente desde el aeropuerto.

Abrieron la puerta del departamento de Mari, en la colonia Lindavista. En la recámara el ventilador se hallaba prendido, la computadora sobre la cama, encendida, con el Facebook abierto, el bolso de la joven a un lado. Aparentemente, la noche de la desaparición, Mari sólo saldría un momento. En la casa sólo faltaban sus  llaves y  una tarjeta de débito –que no registró movimiento alguno–. Y la camioneta, una trade blazer 2002 color azul marino.

“Bien me lo decía Mari…”, probablemente resonó en la mente de los padres.

La familia interpuso la denuncia en la procuraduría tapatía. “Nunca hicieron nada”, se duele el padre de Maricarmen. “Todo lo que se investigó lo hice yo”.  

“Solicité que revisaran las cámaras de las calles por las que pudo haber pasado”, y “me dijo el policía: ‘¿para qué?, no se ve nada. Es una pérdida de tiempo. No se ve nada, está muy oscuro’”. Finalmente, un mes y medio después de la desaparición de Mari, les dieron los videos, lo que no arrojó resultados.

Gracias a que el teléfono (Telcel) estaba a nombre del padre, Alfredo Estrada, supieron que si bien fue apagado la noche del 18 –después de enviar el mensaje–, al siguiente día, alrededor de las 8 de la noche, alguien abonó 30 pesos al crédito y utilizó el internet hasta que agotó el crédito. La familia cree que utilizaron el GPS para acceder a los mapas de la ciudad. Sin embargo, hasta la fecha no han obtenido acceso a la sábana de llamadas, y las torretas de radiolocalización, ya que las autoridades tampoco la pidieron.

Durante casi cuatro  meses, los familiares trataron de plegarse a los tiempos de las  autoridades, después cansados de esta espera, decidieron publicitar su caso. Entonces, el 23 de octubre, las autoridades informaron  a la familia que había sido hallada la camioneta de su hija en una barranca del municipio de San Cristóbal la Barranca, a 40 minutos del departamento; el cadáver una mujer joven se hallaba adentro: se trataba de Mari, quien habría muerto el día que desapareció.

La versión que la policía dio a los medios de comunicación en Guadalajara es la siguiente: Maricarmen Estrada iba manejando cuando se pinchó o explotó una llanta, la joven perdió el control del vehículo y cayó al barranco. No había sido localizada porque el lugar de los hechos es despoblado. Se trató de un accidente. Por supuesto, los amigos y seres queridos de Mari no creen esta hipótesis. 


*Texto publicado en El Universal Gráfico el 12 de noviembre de 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Karina: la buscaron 26 días




Juan Manuel Martínez no quiere pronunciarse sobre las investigaciones policiales en torno a la desaparición de su hija Karina. Pero al final se le escapa una sola frase: “Intervinieron cuando la niña apareció.”

Esa frase, dicha con pena y luto, resume 26 días. Desde que el 3 de octubre, después de comer, Karina saliera de su hogar en la colonia Vistas del Pedregal y caminara cuadra y media para la pasar la tarde en casa de su amiga Ana, una joven de 21 años, y su bebita; después, al  filo de las siete de la noche, se dirigiera al café internet “Game Over”, un pequeño local sobre la angosta calle de Totolapan, y una vez que saliera de ahí no se la volviera a ver.

La frase engloba los siguientes días, cuando los padres fueron a CAPEA a reportar la desaparición y visitaron e interrogaron a las amigas de la niña, cuando tapizaron el barrio con volantes impresos con el rostro ancho e ingenuo de Karina y notaron que alguien los arrancaba por las noches. Cuando visitaron periódicos y revistas para difundir el caso y pedir ayuda en la búsqueda de la adolescente de 15 años cumplidos, que debía pasar tres extraordinarios para poder inscribirse al bachillerato y así regresar al estudio, la niña que había deseado mucho una fiesta de XV años, con baile, y vestido y todas esas cosas que acompañan la celebración de esa edad, pero debido a la situación económica que había golpeado a su familia tuvo que conformarse con esperar tiempos mejores. La frase abarca la espera burocrática  de una, dos semanas y luego tres semanas, para tramitar la información necesaria del celular que llevaba Karina: teléfonos marcados, mensajes, torre de localización. Y la frase abarca también la falta de pistas e indicios: la ausencia de cámaras de seguridad en la cuadra y media en la que desapareció una adolescente de 15 años, entre las 7 y 9 de la noche del 3 de octubre.

Resume el mediodía del 29 de octubre de 2013, cuando alguna autoridad llamó al teléfono fijo proporcionado por la familia: un número que comparte con otros vecinos. Habían llamado para informar sobre un hallazgo en el paraje 38 de Tlalpan, a 3.5 kilómetros de distancia del hogar familiar, que se cubre en 8 minutos en auto sin tráfico o 45 minutos a pie. El mencionado hallazgo se encontraba junto a la ciclopista, una ruta divertida para andar en bicicleta, aunque los usuarios se han quejado constantemente de los asaltos. Muy cerca de la carretera Picacho Ajusco, esa autopista panorámica, rodeada de bosques, pinos y prados, pero donde es frecuente que criminales avienten cadáveres, debido a que la impunidad es cobijada por el despoblado y la fauna del lugar. Ese mediodía del 29 de octubre, la autoridad refirió que ahí había sido hallado el cuerpo desmembrado de una joven con la misma ropa que llevara Karina: sudadera negra con franjas rosas, tenis, calcetas.


–Intervinieron cuando la niña apareció.– La frase resuena como un eco, con la voz seca y de luto del padre de Karina.

Se calcula que a mediados de esta semana, estarán terminados los estudios para determinar si efectivamente se trata de Karina. Hasta la fecha no hay líneas de investigación sobre quién o quiénes se la llevaron. “No hay sospechosos. No nos dicen nada”.

Ahora, la familia tiene otra espera: la de los resultados. La del luto. Y la de justicia. 


*Texto publicado en El Universal Gráfico el 5 de noviembre de 2013. 


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Sin rastro de Karina, tras visitar a su amiga

Durante septiembre, Karina Martínez Ruiz, de 15 años, la pasó estudiando para presentar tres materias que quedó a deber en la secundaria: inglés, danza y otra asignatura más que la madre, Gloria Ruiz, no recuerda. Quería entrar al bachillerato, pero  la adolescente debía esperar en casa hasta que comenzara  el siguiente ciclo escolar.
Había sido un año difícil; además de los extraordinarios, no tuvo fiesta de XV años porque la situación económica en casa no lo permitió, así que sus padres le prometieron algo especial para cuando cumpliera 16. Sólo le quedaba esperar para retomar  la escuela y organizar el festejo.
Mientras esto se concretaban, durante las tardes Karina visitaba a su vecina Ana, una joven de 21 años, mamá primeriza de una bebé de año y medio.
Fuera de visitar a Ana, Karina no salía mucho. Es más bien tímida y no le gustan las multitudes: incluso prefiere no ir a la tienda cuando está llena de muchachos. Pero recientemente había sacado su cuenta de Facebook y en ocasiones iba al café internet.
El jueves 3 de octubre, Karina se preparó un huevo a la mexicana para comer y después pidió permiso a su madre de ir con Ana. A las 2:30 de la tarde salió de casa, caminó unos pasos hasta la avenida Totolapan, en Vistas del Pedregal, una colonia popular en la delegación Tlalpan, encaramada ya en las faldas del cerro. De hecho, desde algunas partes es posible ver el sur de la ciudad, en aquellos días en los que la contaminación lo permite.
ANA  NO LA PUDO ENCAMINAR
Karina bajó por un andador lleno de árboles hasta la calle de su amiga, quien la recibió con la bebé. Esa tarde la pasaron jugando con la niña. Conforme se hizo tarde, Ana tuvo que ponerse a lavar la ropa y a preparar la cena de la familia. Karina se alistó para irse.
Por lo general, Ana acompaña a su amiga hasta su calle, pero en esta ocasión, entre la cena y la ropa, ya no la pudo encaminar. Pero todavía no estaba oscuro por completo, así que no le preocupó que el farol del andador estuviera fundido. Pasadas las siete de la noche, la adolescente se despidió e inició el regreso a casa.
BÚSQUEDA EN VANO
La señora Gloria llegó a casa hasta las 8 de la noche. Había salido para recoger en la secundaria a otro de sus hijos. Cuando se percató de que Karina no estaba, pensó que seguía con Ana. No marcó al celular de su hija; prefirió bajar hasta la casa de la amiga. Fue hasta entonces que se enteró que Karina había salido una hora antes. La buscó en el café internet, no estaba; la llamó al celular, pero estaba apagado; la buscó con las amigas de la secundaria, pero fue en vano.
Al día siguiente la señora Gloria y su esposo, Juan Manuel Martínez, interpusieron una denuncia en CAPEA. En la colonia Vistas del Pedregal no hay una sola de las 13 mil cámaras que vigilan las calles de la ciudad de México.
La familia de Karina ha colocado volantes en la colonia; aunque muchas veces los arrancan. Entre tíos y primos se han cooperado para mandar hacer unas lonas con la fotografía de Karina. Hasta la fecha las autoridades no han tramitado la sábana de llamadas del celular de Karina, el cual se encuentra apagado desde el 3 de octubre.
De acuerdo con una nota del portal periodístico Animal Político, casi 4 mil personas han sido reportadas como desaparecidas en el DF, pero únicamente 44% regresa a casa.
Recientemente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal emitió una recomendación en la que enfatizó que en la ciudad no se han implementado protocolos de búsqueda adecuados en el caso de extravío y desaparición de personas.

Publicado en El Universal Gráfico el 29 de octubre de 2013.