lunes, 25 de junio de 2012

Dejó la tele prendida y la puerta abierta


Araceli González se levantó y se fue a trabajar, como todos los días, a las 5 de la mañana. A  las 7, su esposo también dejó la casa y dejó a su única hija, Luz del Carmen Miranda, de 13 años, dormida, pero a los pocos minutos la llamó para asegurarse de que no había dejado la estufa prendida. La niña le aseguró que todo estaba bien y colgaron. Volvieron a hablar alrededor de las 10 de la mañana. Como era Semana Santa, Luz del Carmen iba a pasar todo el día en su casa, localizada en una vecindad de la colonia Jardines de Morelos, Ecatepec, Estado de México. Aunque la familia tenía poco tiempo viviendo en la zona, se sentían seguros ahí. Diez años antes ya habían residido ahí, y de hecho, ése fue el lugar donde nació Luz del Carmen.

“Pero ya vimos que no. No es seguro”, dice Araceli, con ironía y tristeza. A las 5:30 de la tarde, el padre de Luz llegó a casa. Encontró la puerta abierta, la televisión prendida. No había rastro de su hija. Nadie de la vecindad vio nada. 


El viernes 13 de abril, los familiares denunciaron ante el ministerio público de Ecatepec. Les contestaron que, aunque ella era menor de edad, su denuncia sólo se haría válida hasta que pasara 72 horas desaparecida. “De seguro se fue con el novio a tomar unas chelas a Acapulco, y regresa en tres días”, dijeron los judiciales.


La familia, entonces, quiso hablar con el niño que se acercó a Luz del Carmen cuando ésta lloraba. Éste, asustado, les dijo que no sabía nada. Los padres le prohibieron hablar.  “Ya no me pudo decir nada”, explica la señora Araceli. “Los judiciales iban a hablar con él, pero el niño ya falleció”. Pocos días después de la desaparición de Luz del Carmen, el pequeño fue arrollado por el tren en Ecatepec. Algunos dicen que fue un accidente. Otros, que un suicidio.


El 17 de abril, la familia recibió un mensaje de texto anónimo. Según éste  la niña estaría retenida contra su voluntad. Los policías se dirigieron al lugar en el que supuestamente estaría la pequeña, pero dijeron no hallar nada.


La policía no ha investigado el celular de Luz del Carmen, ni número desde el cual llegó el mensaje de texto. Alegaron que no tenía caso, porque de seguro, para entonces los captores habrían tirado el chip del celular de Luz del Carmen. Sin embargo, a inicios de junio, el padre volvió a marcar y entró la llamada. Del otro lado de la línea, un hombre dijo que había comprado el chip en una agencia telefónica localizada en la colonia Agrícola Oriental.  


“La última vez fue mi esposo a sacar una copia del acta levantada, y todavía ni habían hecho el papeleo de los mensajes que nos habían llegado. No lo tenían elaborado. No se encontraba en el expediente”, refiere la señora Araceli, con amargura.

Antes de desaparecer, Luz del Carmen estaba estudiando segundo de secundaria. Iba a catecismo los sábados, porque estaba por hacer su confirmación. “No era una niña conflictiva, era una niña de casa, de familia. No era de fiestas. Si salía, lo hacía con sus amigas y regresaba máximo a las seis de la tarde”, relata su madre. “Yo no comprendo por qué pasó esto. Y pues imagínese, si una niña desaparece dentro de su propia casa, pues en qué mundo vivimos. Qué país vivimos”. 


*Texto publicado en El Universal Gráfico el 12 de junio de 2012.

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