lunes, 1 de abril de 2013

Arisbeth: el "levantón" de una niña


Lydiette Carrión

Se llevaron a los dos: Arisbeth Sánchez Izalde, de 15 años, y a su hermano, a quien llamaremos José, de 10. Sólo uno ha regresado.

El 25 de febrero, alrededor de las seis de la tarde, Arisbeth y su hermanito pidieron permiso para ir a la tienda a comprar una golosina. Ella traía el pelo mojado; acababa de bañarse. Probablemente estaba nerviosa, porque en los próximos días iba a presentar el examen de ingreso a bachillerato; además, acababa de cumplir los 15 años, aunque no tuvo fiesta, porque esperaban tiempos mejores
económicamente. Su papá le había prometido una gran celebración para cuando cumpliera 16.

Salieron de su casa –localizada en un callejón– y caminaron hasta la Álvaro Obregón, una calle estrecha, con banquetas igualmente estrechas que desaparecen por momentos, en la colonia Santa María Chiconautla, Ecatepec, Estado de México. Avanzaron unos 150 metros. A la altura del entronque con la calle Miguel Hidalgo, cuando estaban por llegar a la tienda, se les emparejó una camioneta tipo Windstar verde oscuro. Un hombre gordo, moreno, con el pelo cortado tipo militar, de entre 30 y 40 años les preguntó por el centro de salud.

–Está un poco más adelante–, respondió Arisbeth. Y dio unos pasos para seguir su camino.

Pero el hombre sacó una pistola negra de cachas cafés y apuntó al hermanito. Les dijo:

–Si gritan, aquí se mueren. Súbanse.– Estiró un brazo y abrió la puerta del copiloto. Los niños, aterrados se subieron al vehículo.

El hombre inició la marcha, siguió por Hidalgo hasta la Progreso, otra calle pequeña, como la anterior. Ahí giró a la izquierda y, callejoneando (donde las calles tienen nombres de embajadas) llegó hasta Circuito Cuauhtémoc. Dobló a la derecha, pero a la altura de Embajada de España, se detuvo, se echó en reversa y dio vuelta en “u”. Tomó de nuevo el circuito Cuauhtémoc, pero con rumbo a la carretera México Pachuca, sobre la que circula el Mexibús.

Ahí doblaron a la izquierda, con dirección a la terminal Ojo de Agua. Pasaron la estación del Mexibús Hidalgo, luego  las Torres (donde días antes había desaparecido sin  dejar rastro otra jovencita de 17 años, de nombre Lucía Joselyn Robles Sánchez). Doblaron a la derecha y se internaron en Los Héroes, Santa María Chiconautla. Entonces, el hombre hizo una llamada.

–Ya la tengo arriba.

Colgó.

Callejonearon por otro rato. Se detuvieron frente a un terreno baldío y solitario. El hombre ordenó a Arisbeth que se trasladara al asiento trasero y colocara sus manos a la espalda; después la inmovilizó con unas esposas de metal. “Empínate en el asiento y no te asomes”.  El hombre hizo una segunda llamada. Pidió la clave para un depósito. Ordenó a la niña que la memorizara. José no recuerda los números.

El auto siguió la marcha. Circuló sobre Ojo de Agua, una calle ancha y yerma; dio vuelta en Las Moras, aún más desierta, con un enorme campo baldío a un lado y construcciones sin terminar en el otro. Ahí los tráilers suelen detenerse a descansar. El hombre ordenó a José que se bajara de la camioneta. “Va a pasar por ti un auto rojo”, le dijo.

Arisbeth, que ya llevaba un rato llorando en el asiento trasero, se puso frenética:

–¡Llévanos a los dos!–, le suplicó.
–¡Que te calles! ¡Ya me hartaste!

Sacó a José.  El auto arrancó con Arisbeth esposada en el asiento trasero.

José permaneció ahí, en el entronque de Ojo de Agua y Las Moras por horas, en shock y esperando al auto que nunca llegó. Una mujer finalmente se acercó y le preguntó si estaba bien. Él se soltó en llanto:

“Se llevaron a mi hermana”.

La mujer lo llevó a una panadería que estaba a unos metros, sobre Ojo de Agua. Ahí pidieron ayuda.

Nadie ha pedido rescate, no hay pista alguna sobre el paradero de Arisbeth.

Este es quizá el primer caso que atienda desde el inicio la nueva fiscal contra la Trata de Personas de la procuraduría del Estado de México, Guillermina Cabrera Figueroa. 

Texto publicado en El Universal Gráfico el 12 de marzo de 2013.

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