miércoles, 1 de junio de 2011

Cantos del puerto




En estos tiempos donde la frase fácil, el chiste fácil, el anecdotario de lo intrascendente, inunda los espacios culturales: editoriales, canales de televisión y radio, revistas... ¿Para qué leer a Juan Carlos Castrillón?


¿Qué hago yo, con unos versos que rasguñan y buscan, con dedos adoloridos conocer a profundidad una realidad que se ve desoladora? Frases abigarradas y oscuras que describen un puerto, un mundo humano que ha perdido su cualidad primaria (es decir, lo humano mismo) y sólo subsiste por inercia; un mundo que poco a poco se extingue, y da paso al silencio y al testigo universal.

¿Para qué, si ya no está “inn” el desasosiego frente a la nada, si no viene acompañado de un chistorete relativizador, o del cinismo con sonrisa de anuncio en horario estelar.

En el mejor de los casos, según marcan las pautas de las buenas costumbres de estos tiempos, esa oscuridad debería ir acompañada de una estafa anunciada, para aquellos ilusos que buscan, desesperados the real thing en aparadores y productos...

Esa “rebeldía” de marketing, dicen, es lo que vende. Y en estos tiempos posmodernos, apocalípticos, esa rebeldía conmoverá a las masas... o si no le alcanza para ello, por lo menos pagará las cuentas.

Pero, mientras tanto, ¿qué pasa con los rebeldes “de verdad”? (y odio utilizar, nuevamente, esa palabra, que ya ha perdido todo su significado).

Harán lo que han hecho a lo largo de los tiempos. Transitarán por los corredores periféricos de la sociedad. En los momentos más álgidos se esconderán de la persecución. Una persecución que va a acompañada del escarnio emitido por aquellos humanos que se conmueven frente a la versión elaborada de Hollywood: Robinhoods de pacotilla en la televisión.


¿Leer a un poeta que se empeña en vivir en la marginalidad real, antes de intentar acercarse si quiera, a coquetear tímidamente con el mainstream cultural? Dónde están las indígenas sonrientes con flores pintadas en los cuadros mexicanísimos que se venden en el Sanborn's de Coyoacán?, ¿qué hay de la edulcoración del sesentayocho, o el anecdotario cantinero de mala muerte, tan inn en los bares de la Condesa (y antes, décadas antes, de la Zona Rosa)?

En resumen: ¿dónde está la forma sin el fondo, para no cansarnos?

**

Si existe una dicotomía entre el mainstream y la marginalidad radical, en esta última se sitúa Cantos del Puerto.

El libro parte de un lenguaje épico, histórico, que trasciende el localismo, la temática “nacional” (sobada hasta la náusea), para sentenciar, como un juez sin alma, la extinción del universo descrito.

Desde esa muerte lenta -como aquellas familias de antigua estirpe que se extinguen poco a poco, regodeadas en su propia esterilidad-, es de donde parten los cantos del puerto.

Parece que ya no hay nada. Sólo el vacío. Es la descripción agónica y francamente asfixiante, de un mundo sin espíritu, sin ética, sin afecto. Sólo quedan los restos de los pecados capitales: una lujuria sin placer; una voracidad sin pasión ni disfrute; un trastocamiento desquisiante de los discursos ideológicos. Vaya, hasta el crimen está incompleto, vacío, decadente.

La apuesta filosófica del libro (todo buen libro tiene una, aun sin habérselo propuesto) es que este malestar agónico exacerbado no será remontado por la especie humana. O por lo menos, no por aquélla que se encuentra en ese puerto. Esa especie está condenada a la extinción.

Los pocos inconformes que atentan contra la inercia de extinción son fácilmente exterminados.

Pero el fin del humano mismo no es el fin de la divinidad ni el universo. Pareciera que al poeta le inunda una resignación religiosa frente al fin de su mundo... como un animal al que sólo le queda la certeza de ser el último de su especie, y el consuelo de saber que el mundo continuará sin él; que habrá otras vidas, otros años dorados, otros amaneceres...

Tendrá que haber otro marhumano, una vez que se extinga el actual.

***

Debo confesar que no puedo ser objetiva con la obra de Juan Carlos Castrillón. Por razones ajenas a mi consentimiento, Juan Carlos es un hermano incómodo para mí --aunque, pensándolo bien, todos mis hermanos son incómodos--. Amado y padecido desde hace décadas, lo que yo sienta o diga de Juan Carlos y su obra debe ser tomado con esa reserva. Por ello, mejor ir directo a la fuente:


Afuera aullaba inminente la tempestad cuántica.
Ella volteó hacia mí y dijo:
"Tu eres el cantor, tu has venido a dar testimonio.
Mira hacia el océano
¿Qué es lo que observas?"
Y el océano cubría la tierra como un lago rojizo.
"Mira hacia la tierra
¿Qué es lo que percibes?"
Y el planeta era un animal diminuto
atrapado en una gota de polvo
iluminada por el sol
en su aliento bio-químico sobre el espejo.
"Mira adentro de ti
¿Qué es lo que sientes?"
Y mis propios nervios eran una fuerza magnética reflejada en las estrellas.
Y la conciencia ancestral en los genes del cosmos respiró luminosa entre mi carnehueso.
"Hunde la cabeza en tu corazón
¿En dónde te encuentras?"
Y me herí las córneas contra mi propia confusión
Y no encontré nada que no me recordara a la muerte
Y aborrecí ser hombre y ser ciego y ser un instrumento tan torpe
Y tuve miedo de no poder transmitir en palabras todo esto
y una larga espada de algún metal líquido me traspasó la boca
y esa espada era una serpiente cristalina
cuyo hocico devoraba su cola
y esa unión eran mis padres que se penetraban luminosos
y en esa corriente inexpresable respiré el color de la vida
"Exhala el humo de tus sueños
¿Qué es lo que recuerdas?"
Y de repente me encontré en un gran jardín
donde todos lloraban por la muerte de el hombre
Y lloré con los pocos ojos cegados por la luz
Y recordé que yo solo era un minúsculo transcriptor
de la fuerza abismal de mi propia sangre
Y me negué a cantar la palabra dios
Y renegué de mi lengua empobrecida que no alcanzaba a pronunciar
todo lo que veía.
Y comprendí que estaba muerto sobre el filo de la noche
Y aparecieron flamas azules a mis costados
Y deseé que todo ser viviente alcanzara liberación
Y en las paredes se abrieron puertas con transfondo eléctrico
Y su voz era la mano infrarroja de la luna
Y sus palabras eran incienso entre mis labios:
"Cualquier puerta es solo un sendero más de la evolución de la materia
No mires atrás
deja fluir tu esperma como un rayo salado
confía en tu clarividencia
reconoce la radiación de tu propio pensamiento
confíen en que la vida marcha hacia lo perdurable
recuerda el espíritu
recuerden el espíritu".

Juan Carlos Castrillón Soto
Cantos del Puerto
Ediciones Eterno Femenino


*La imagen que ilustra este post fue tomada de este sitio