La Procuraduría General de la República anunció, a través de un comunicado, que este lunes “se logró la detención de Antonio Domingo Paniagua Escandón (a) "Kelu", en España”, quien se encuentra identificado como fundador de la asociación religiosa “Iglesia Cristiana Restaurada”, la secta detrás del caso Casitas del Sur.
A pesar de ser un avance sustancial, en el fondo sólo me queda un sabor de amargura: el líder de la secta sigue libre, decenas de personas involucradas en el tráfico de menores siguen libres; y lo más terrible, 11 niños continúan desaparecidos.
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Casitas del Sur era un albergue infantil al que la procuraduría local enviaba niños que tenían algún tipo de problema familiar.
Los familiares de la niña Ilse Michel, cuya patria potestad se dirimía en tribunales, denunciaron reiteradamente que, a pesar de que su abuela materna había ganado la custodia, los directores del albergue no le querían dar a la niña.
El 29 de enero de 2009, las sedes del albergue fueron "tomadas" por agentes de la PGJDF y se rescató a 126 niños, quienes fueron trasladados al DIF, además de que siete personas fueron detenidas.
Entonces se dieron cuenta que 11 niños habían sido sustraídos o desaparecidos de las instalaciones.
Entre ellos, Jesús Alejandro Espinoza Sánchez que en ese entonces tenía dos años; los hermanitos Juárez Ojeda: Hefziba Magdalena, de 11 años; Natanel Isaí, de 12; y Azael Israel, de 14 años.
También desaparecieron los hermanitos Cuadrilla Trejo: Brayan, que entonces tenía siete años; Jorge, de 10 años; y Sergio Iván, de 11 años.
Y por supuesto, la pequeña Ilse Michel.
Desde entonces se desató el escándalo de la situación en la que se encontraban los niños en este albergue, y la manera en que eran enviados a otras sedes en varias partes del país.
Se conoció la manera en que el líder de la Iglesia Cristiana Restaurada (la cual ha sido apodada “los perfectos” por aquellos que decidieron abandonarla) lograba un control férreo en sus feligreses.
La aprehensión que la PGR anuncia estos días corresponde a uno de los prestanombres del líder de la secta: Jorge Erdely Graham, quien sigue prófugo.
Hasta la fecha ni la PGR, ni la procuraduría local, ni la Interpol ha dado con el paradero de los 11 niños .
Tampoco es claro el grado de cumplimiento de la recomendación que la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal hizo a diversas instancias (entre ellas la PGJDF, el DIF local, la SEDESO), para subsanar las fallas estructurales que permitieron que a 11 niños se los tragara la tierra.
HOYOS NEGROS QUE TRAGAN NIÑOS, MUJERES E INDIGENTES
El principal hoyo negro en el sistema es que no hay instancia local o federal que lleve un censo de las casas hogar de asistencia privada. Más aún, ningún organismo inspecciona las condiciones en las que están los niños o mujeres que viven ahí.
Por eso ocurren casos como Casitas del Sur, o como el caso reciente de un anexo para drogadictos en los que secuestraban y esclavizaban personas.
Por eso este país es el paraíso de los esclavistas, de los abusadores, de los tratantes de personas. Y no hay ninguna iniciativa efectiva que trate de poner fin a esta situación.
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Pero el caso de Casitas del Sur puso al desnudo el aspecto más perverso del estado de vulnerabilidad de estos chicos. Aquellos que traficaron con estos niños trataron de usar a su favor el desprestigio de las familias de estos pequeños.
Todos los niños provenían de familias con problemas. Los casos más graves, probablemente, serían aquellos en los que los niños fueron colocados por la propia procuraduría del Distrito Federal: niños cuyos padres han sido calificados no aptos para hacerse cargo de ellos.
La red que se desapareció a estos niños contaba con esto: los familiares no lograrían despertar las simpatías del público general, por ser “malos padres”. Por lo general, se trataban de niños a los que nadie estaba cuidando y monitoreando. Algunos de ellos pasaban meses sin visitas. Al presentarse como cristianos y “personas de bien”, en el imaginario de muchos quedó que, probablemente, estos niños estarían en mejores manos si eran “adoptados” por miembros de la secta religiosa. Y así lo dijeron en un principio.
Pero todo ello es falso. A riesgo de decir una obviedad: las adopciones ilegales pueden ser el infierno. Nadie sabe en dónde están estos niños, con quién; o si los obligan a trabajar o son abusados; o si son golpeados, o si fueron utilizados para tráfico de órganos.
Casi dos años después de que los familiares de Ilse Michel denunciaran que no la dejaban ver (las denuncias no iniciaron en enero, cuando se destapó el escándalo, sino meses antes, en septiembre u octubre), nadie sabe el paradero de estos niños. El más pequeño tendría unos tres años. El más grande, unos 15 o 16 años.
Ver también: El negocio altruista de Casitas del Sur
Los otros niños de Casitas del Sur
martes, 22 de junio de 2010
¿Avance sustancial en el caso Casitas del Sur?
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