Cuando empecé a leer sobre anarquismo en la universidad, como he relatado antes, me sentí un poco avergonzada de mi familia marxista ortodoxa. Conocer cómo los socialistas habían tenido un papel fundamental en la derrota de la guerra civil española había cambiado mi percepción del mundo y de mi papá y mi abuelo.
En ese entonces, hubo un foro sobre anarquismo y sindicalismo en la Universidad Obrera. Decidí ir, armada de emoción.
Llegué tarde al evento: un montón de hombres y mujeres de diversas edades. Desde el chavito anarkopunk, los hombres jóvenes, de ropa oscura y mirada taciturna, hasta el hombre de unos 50 años, con boina verde, chamarra cazadora.
En todas las reuniones de grupos disidentes la premisa es el conflicto interno. Eso ya lo sabía. Pero el nivel de discusión y confrontación que se puede alcanzar (incluso en un foro en el que, básicamente, uno iba a escuchar) cuando se juntan anarquistas de diversos grupos es, digámoslo así, escandaloso.
Ahí comprendí de un sopetón la crítica también válida que desde mi infancia marxista hacían mi papá y mi abuelo.
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Hace unas semanas salió libre Emmanuel Hernández Hernández. Pagó una fianza de tres mil pesos. El próximo 3 julio, estará en el centro Social Libertario Ricardo Flores Magón, cerrada de Londres 14, metro Sevilla a las 5: 30 para dar una plática sobre los nueve meses que pasó en la cárcel.
¿Pero qué pasa con los otros presos anarquistas en el país? El caso de Víctor Herrera, que he tenido oportunidad de conocer de cerca, sigue empantanado en amparos, procesos alargados, tiempos más o menos irregulares.
Está por cumplir 10 meses en el reclusorio, por presunto “robo en pandilla” (a un Oxxo), sin una sola prueba física que corrobore la acusación.
Su caso se vio presionado, cuando, durante la jornada por la libertad de los presos, en Chile y Argentina anarquistas detonaron petardos en su apoyo.
Cuentan los que estuvieron ahí que, después de los eventos en el sur del continente, a la siguiente audiencia de Víctor, en el reclusorio había un montón de camiones con granaderos, como esperando algún motín afuera del reclusorio.
Pero llegaron los mismos: su defensa, su familia, sus amigos. Los granaderos debieron sentirse decepcionados.
La mayoría de los otros presos han optado por tener una defensa alejada de los grupos de derechos humanos (los pocos grupos que aceptan tomar casos como ésos). El resultado es que hay poco conocimiento de las irregularidades en su caso; y hay poca presión social.
sábado, 26 de junio de 2010
Emmanuel Hernández, la Universidad Obrera y los presos eternos
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