*Historia publicada en El Universal Gráfico el 3 de abril de 2012
Viviana, de 19 años, desapareció en menos de 15 minutos y a
cien metros de la puerta de su casa. La calle estaba repleta de gente. Nadie
vio nada. Lo más difícil para su mamá ha sido obligar a las autoridades a que
hagan su trabajo y la busquen.
Viviana Lizbeth Vázquez Estrada daba clases en una escuela
de inglés de Cuautitlán y a su vez se preparaba para tener la certificación del
teachers. Le era fácil. Aunque era
mexicana, había crecido en el norte de California, Estados Unidos, donde
residió por nueve años. De hecho, apenas llevaba un año de regreso en México.
Quería estudiar medicina en la UNAM, porque en Estados Unidos es muy difícil
que los migrantes puedan acceder a la educación superior.
Presentó el examen el año pasado pero le faltaron ocho
puntos para quedarse en Medicina. Decidió que lo intentaría de nuevo este año.
Su mamá, Araceli Estrada, le dijo: no te preocupes, si de plano ya no se puede,
nos regresamos a EU y estudias allá.
El martes 22 de noviembre de 2011, Araceli pasó por su hija
Viviana a la escuela de inglés y fueron con
los abuelos paternos de ésta, de compras al Soriana y al Aurrerá. Al terminar Araceli y Viviana regresaron a su
casa en Paseos de Cuautitlán.
Llegaron a su hogar poco antes de las seis de la tarde.
Viviana dijo que iba a la papelería y a un café internet. Su mamá le encargó
que pasara a la tienda de abarrotes por unas salchichas. La joven salió y
regresó al poco tiempo. El café internet estaba cerrado y se le habían olvidado
las salchichas. Salió de nuevo a la tienda, que estaba a unos cien metros de la
puerta de su casa. Nunca regresó.
Ese martes, había tianguis en la cuadra. A pesar de que la
calle estaba llena de gente, nadie vio nada. Araceli llamó a sus familiares.
Muchos pensaron que estaba exagerando. A las ocho de la noche, cuando era
evidente que algo había pasado, Araceli se trasladó a la agencia del Ministerio
Público de Cuautitlán.
En el segundo turno de la agencia se tardaron siete horas en
tramitar la denuncia de hechos. “Decían que no había papel, y luego les
faltaban cosas”, cuenta la madre. Alrededor de las tres de la mañana, Araceli
por fin pasó con el policía ministerial Augusto Loaeza. Éste le dijo que la
denuncia estaba malhecha porque no tenía información. Éste añadió: a ver,
“cuénteme usted lo que pasó”. Después de escuchar, el policía dijo: “Mire, me
acaban de traer la desaparición de un chamaco de 16 años, de Galaxia Cuautitllán.
Él es hombre, y la suya mujer, de 19. Deben estar juntos. Al rato regresan”.
Ella le reviró: “pues entonces es delito, mi hija es mayor
de edad y él no. Así que búsquelos”. Nada pasó.
“Ahí llevan los casos
por turnos”, explica Araceli. Al día siguiente, cuando se presentó otra vez en
MP, estaba el tercer turno. Le dijeron que regresara hasta el viernes, porque hasta
entonces volvería a entrar el segundo turno, que lleva la carpeta Viviana.
Araceli Estrada habló con el fiscal, quien entonces era Abraham
Eslava. Éste mandó decir que dejaran la carpeta abierta a cualquier turno. Sin
embargo, hasta la fecha, en el expediente sólo existe la declaración de la
madre y otra persona.
Actualmente, el caso ha sido atraído por la Coalición Regional
Contra El Tráfico De Mujeres Y Niñas En América Latina Y El Caribe (CATWLAC).
Ahí, Araceli ha conocido otras historias de adolescentes y jóvenes
desaparecidas. “Son diferentes casos, diferentes contextos. Pero todas llegamos
a la misma conclusión: las autoridades no hacen nada”.
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