Columna Rendija, publicada el 11 de abril de 2012
Lydiette Carrión
Cuando una persona que ha sido sobajada la mayor parte de su
vida adquiere algo de autoridad, suele convertirse en un dictador. ¿Quién no ha
tenido que enfrentarse a un guardia o recepcionista que ejerce su pequeño coto
de poder de manera déspota, abusiva y francamente sádica?
Pero la práctica de la tortura por parte de policías y
autoridades del Distrito Federal (y todo el país, para ser honestos) no se
explica sólo por las historias personales de los victimarios. El completo sistema
de justicia no sólo la permite, sino que descansa sobre ella. Me explico: Bajo
contadas excepciones de algunos casos mediáticos, la policía capitalina no
utiliza métodos de investigación: toma de huellas dactilares, ADN, revisión de
cámaras de seguridad, investigación del móvil y oportunidad. Por eso depende de
detener infraganti a los delincuentes, de recopilar testimonios de testigos o
de su confesión.
Para conseguir la mentada confesión, la tortura, las
amenazas e incomunicar a una persona por horas siguen siendo las únicas
herramientas que la policía sabe utilizar, ya que no cuenta con otras
herramientas: la disposición de medios y técnicas para investigar.
Además de lastimar, agredir y destruir la vida de los procesados,
la tortura ha probado ser ineficaz para resolver delitos: no existe garantía de
que una persona que fue detenida y confesó bajo tortura sea realmente culpable.
Recientemente, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal
(ALDF) aprobó modificaciones al Código Penal para el Distrito Federal, para
penalizar de forma más severa –de tres a 12 años--a los funcionarios que
cometan tortura o martiricen a otra persona, al tratar de obtener información. Estas
reformas son innegablemente benéficas. Sin embargo, es poco probable que por sí
solas resuelvan el problema de fondo, ya que no están acompañadas de una
verdadera profesionalización de la policía, o la estandarización de los
operativos policiacos o de la garantía de que el ministerio público abrirá investigaciones
por el delito de tortura: generalmente los funcionarios que comenten tortura, y
son denunciados, suelen ser procesados bajo otros delitos, como lesiones o
abuso de autoridad.
El primer visitador de la Comisión de Derechos Humanos del DF,
Mario Patrón, ha identificado tres escenarios que propician la tortura: en
primer lugar, la cárcel; el segundo, se da entre el momento de la detención y
la puesta a disposición del ministerio público; y finalmente, en los operativos
policiales.
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