Los folletos turísticos de Tijuana exaltan que en esa ciudad es posible conseguir artesanías originarias de todos los estados de México: barro, huipiles, aretes, piedras como la obsidiana, trabajos huicholes, de esos llenos de chaquira y colores.
Pero los folletos no explican por qué. Esto no se debe a que en Tijuana hay una profunda preocupación por la artesanía y la cultura popular. Lo que pasa es que todos los migrantes, de esos que esperan meses o años para pasar al otro lado, traen su arte.
Lo mismo pasa con las paraditas. Prostitutas infantiles de todos los estados de la República se venden en las calles de las pocas cuadras que conforman la "zona norte de Tijuana".
Esa esquina del país (delimitada por la barda fronteriza y el mar) alberga los sueños rotos de niños y niñas que han viajado de todos los estados de la República.
Se calcula que el noventa por ciento de los menores de edad que son explotados sexualmente en Tijuana provienen del interior de la República y centroamérica.
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