Lydiette Carrión
El problema en CCH Naucalpan comenzó hace dos años. El
consumo de drogas y alcohol había aumentado, y las autoridades comenzaron a
pedir credenciales a la entrada del plantel e instalaron cámaras de seguridad. Varios
colectivos se opusieron; alegaron, entre otras cosas, que el hostigamiento (ese
sí, comprobado) por parte de autoridades incrementaría. Se entablaron algunas
negociaciones, pero no fructificaron.
Según estudiantes y trabajadores entrevistados, la culpa ha
sido de ambos. Los estudiantes se volvieron prepotentes y los trabajadores de
confianza llegaron a golpearlos en varias ocasiones. Así estaban las cosas,
cuando el 1 de febrero de este año, se dio la refriega que terminó con la
expulsión provisional de cinco estudiantes.
Según los trabajadores, esa tarde un muchacho de nombre Gary
intentó ingresar al plantel en estado de ebriedad. La versión del estudiante es
diferente. Él se encontraba en clase de Economía, y salió un momento de la
escuela a comprar algo. Al intentar reingresar le dijeron que no podía hacerlo.
Dados los altos índices de inseguridad alrededor de CCH
Naucalpan, éste tiene un horario diferente a los demás planteles. Las clases
terminan a las 8 pm, y los trabajadores no dejan entrar desde las 7. Según el
testimonio del estudiante todavía no eran las 7 cuando esto ocurrió. Sin
embargo logró colarse a la escuela y terminar su clase. A la salida, cuando se
iba con varios compañeros, fue agredido. Esa noche hubo golpes de ambas partes.
Jessica, una chica de 17 años alta y flaquita, fue golpeada, pero se le acusó
de haber propinado golpes, ella sola, a tres trabajadores.
El 4 de febrero las autoridades expulsaron provisionalmente a
Gary, Jessica, Aland, José Luis e Irene (sólo dos de ellos serían expulsados de
manera definitiva el 23 de abril). En
protesta, el 5 de febrero, algunos activistas rociaron con gasolina la
dirección del plantel y aventaron bombas molotov, mientras la mayoría de la
comunidad condenaba la acción.
El incidente de Naucalpan se entremezcló con otro asunto que
se ha venido discutiendo en los CCH desde hace meses: las reformas a los planes
de estudios conocidas como “Los 12 puntos” (y que ahora son 8). Entre los ceceacheros existe malestar, porque
originalmente no se les incluyó en la discusión. Actualmente ya se han acordado
mesas de trabajo, pero muchos adolescentes y profesores lo perciben como algo que
llega tarde. A ello se ha sumado que en la prensa, se han difundido únicamente
los aspectos negativos de los CCH y no los positivos, que también tiene. Para
la comunidad de CCH esto ha sido una afrenta. Pasó lo de Naucalpan, y algunos estudiantes
de otros planteles vincularon un evento con otro. Días después, ocurrió la toma
violenta de la dirección de CCH en Ciudad Universitaria. Pero pasarían 2 meses para que todo estallara.
El viernes 19 de abril, activistas organizaron una marcha
desde el Parque la Bombilla (al sur de la Ciudad) hasta Rectoría. Había de
todo: universitarios, participantes en las protestas del 1 de diciembre y activistas
varios, incluso una coordinadora de maestros. A todos los unió estar en contra del
protocolo de seguridad policiaca recientemente implementado en el DF. Como
ocurre cuando se suman diferentes organizaciones sociales, todos llevaron sus
demandas particulares. La marcha hizo suya la exigencia de que fueran
reinstalados los de Naucalpan.
Al terminar la marcha, los colectivos comenzaron a retirarse.
Pero estudiantes de varios CCH decidieron “tomar” la torre de Rectoría, e
incluso golpearon a un camarógrafo de El Universal y le robaron su cámara. Muchos
activistas se deslindaron y varios colectivos se enojaron con quienes los
medios han bautizado como “encapuchados”.
¿Quiénes son los encapuchados? En la UNAM cohabita toda una
variedad de colectivos estudiantes de todos los colores políticos: hay quienes
son partidistas, marxistas, socialdemócratas, anarquistas, etcétera. Esta
pluralidad es lo que ha hecho a la UNAM única, ya que en un solo espacio se pueden
contrastar diversas ideas. Muchos de estos colectivos no coinciden entre sí,
pero a veces pactan objetivos comunes. Entre todos estos colectivos, los expulsados
de CCH Naucalpan son de los más jóvenes, y pertenecen a una corriente
relativamente nueva dentro de la universidad, de corte libertario, y con pocos
vínculos con otros colectivos.
En los siguientes días algunos exigieron que la policía
federal desalojara a los estudiantes de Rectoría. Esto resultó inaceptable para
todos los colectivos de la más diversa índole, incluso aquellos que se habían
desmarcado de los hechos del viernes. Para el martes, en los pasillos de Ciudad
Universitaria sólo se hablaba del tema, mientras todos se enteraban de que José
Luis Ramírez Alcántara, Irene Pérez Villegas, Brenda Vaca Aparicio, Luis Hugo
Arratia Zárate y Jorge Mario González García –preso en el Reclusorio Norte desde el 11 de
abril por robo– eran expulsados para siempre de la Universidad. Muchos, quizá
la mayoría, no están de acuerdo con quienes tomaron Rectoría, pero rechazan aún
más que la policía pise suelo universitario y temen que después de Naucalpan
sigan ellos.
A estas alturas, el incidente del 1 de febrero ya es lo de
menos...
*Texto publicado el 26 de abril en El Universal Gráfico.
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