Como todos los sábados, el 29 de marzo de 2012, David fue a
la casa de su amigo el poeta y traductor Guillermo Fernández, en un
fraccionamiento de la colonia Científicos, Toluca. Tocó, pero nadie abrió. Al
ver esto, una vecina le comentó que el día anterior un policía preventivo fue a
preguntar por don Guillermo, ya que a unas cuadras de ahí, alguien había dejado
un auto con el motor en marcha, la llave puesta y las puertas abiertas, estorbando
una entrada. Revisaron los documentos del auto y supieron que pertenecía al poeta.
Ese viernes policía y vecinos habían tocado sin resultados. Pero
nadie se inquietó. El policía dijo que movería el auto y guardaría las llaves. Dejó
dicho que cuando apareciera el dueño lo buscara en la comandancia.
Cuando escuchó lo anterior, David se alarmó. Corrió a la
calle donde había sido estacionado el coche y vio que seguía ahí. Llamó
entonces a otro amigo de Guillermo, Santiago Matías, quien a su vez dio voz de
alarma con varios conocidos.
Se congregaron los amigos a la puerta. Una vecina explicó
que vio a Guillermo por última vez el jueves alrededor de las 7 de la noche, él
bajaba de su auto –el que aparecería abandonado–, con las bolsas del súper.
Otra dijo que vio luz en la estancia alrededor de las 9:00 pm, se oían voces y música.
Los amigos forzaron la entrada: al centro de la estancia,
estaba el cuerpo de Guillermo. Había sido atado de pies y manos con los cables
de su propio equipo de sonido y embozado con cinta canela. Presentaba un golpe
en la cabeza, pero el reporte forense determinaría que había muerto por
asfixia.
La casa fue revuelta. Pero al hacer un inventario nada
faltó. Los amigos niegan que haya sido un robo. Pero no pueden saber nada más.
En la procuraduría mexiquense dicen que sólo hablarán con la familia.
Guillermo Fernández había dejado su hogar en Guadalajara a
los 8 años de edad, y ya no mantenía relación con la familia de sangre. Sus
lazos entrañables eran los amigos y alumnos. Pero para la ley no es así. Si
bien algunos sobrinos han mantenido la disposición de hacerse cargo de los
asuntos legales, viven muy lejos. Nadie empuja el caso del poeta, a los que les
importa la ley se los prohíbe. Ha pasado un año, y todo indica que el crimen quedará
impune.
Glosario de
supervivencia:
Jacarandas. Milagro anual que engalana la Ciudad de México.
* Para leer poemas de Guillermo Fernández...
*Columna rendija publicada el miércoles 3 de abril de 2013 en El Universal Gráfico.
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