Era lunes por la tarde, su día de descanso. Ivonne, de entonces 21 años, empezó a preparar una cena especial, la de los días en familia: chuletas con papas al horno y una salsa picante.
Ya tenía las papas cocidas sin pelar, las chuletas crudas afuera del refrigerador y los tomates en la licuadora, cuando se dio cuenta de que le faltaban unos chilitos para la salsa. Tomó su monedero, celular y la tarjeta y salió. Dejó a sus dos hijitas dormidas (la más pequeña no cumplía el año de edad) y tomó un pesero, porque en la colonia no había tienda de abarrotes. Eran casi las siete de la noche.
A las siete, su esposo Roberto llegó a la casa y la llamó al celular. Ella le explicó que había salido un momento pero ya iba de regreso en el pesero, a cinco minutos de llegar a la casa. Roberto esperó una media hora. Al ver que no llegaba, le volvió a marcar pero el teléfono estaba apagado. Era el 30 de mayo de 2011 en Atizapán de Zaragoza. Hasta hoy, Georgina Ivonne Ramírez Mora no ha llegado.
A las nueve de la noche, Roberto llamó a su suegra, Leticia Mora Díaz, quien se trasladó a casa de su hija. A las 12 de la noche, salieron a buscarla con foto en mano a las calles cercanas. La buscaron en hospitales y Semefos. No había rastro.
La señora Leticia decidió también buscarla en el casino Carnevale, donde Ivonne había comenzado a trabajar 20 días atrás. No la dejaron entrar, pero le dijeron que no estaba ahí. El lugar siempre le había parecido sospechoso: los dueños y administradores eran extranjeros: el gerente era de Lima, Perú, y otros socios eran colombianos. Otra cosa que le había causado extrañeza es que una vez su hija le comentó a una compañera de trabajo que había pensado en renunciar, porque prefería estar con sus hijas, pero ésta le contestó que no lo hiciera, porque el gerente tenía “algo especial” para ella. Pero quizá lo más extraño ocurrió una vez que Ivonne desapareció: Aunque el Casino tenía apenas 20 días de haber entrado en operación sobre el boulevard Adolfo López Mateos #100 (el mismo tiempo que Ivonne llevaba trabajando), sólo permaneció abierto por 15 días más después de que la joven desapareciera.
Los familiares de Ivonne padecieron lo mismo que numerosas familias: numerosas dificultades para denunciar. Por lo que la madre de Ivonne decidió buscar por otros medios: “fui a Toluca a buscar al procurador Alfredo Castillo, pero no me recibió. Fui al Palacio de Gobierno, a las oficinas de Peña Nieto, y de plano ni me dejaron entrar. Con el presidente municipal de Atizapán, David Castañeda, acudí también y me comentó que viera el caso con su secretaria”. La secretaria les designó un comandante, pero, éste, en vez de ayudar, “nos hizo ver nuestra suerte. Nos pedía dinero diario para pasar una cuota a su jefe”. La cuota iba de al menos mil pesos diarios. Así pasaron otros 20 días. Hasta que decidieron alejarse del comandante.
La señora Leticia empezó a buscarla por su cuenta. “Fui hasta la merced; fui a los que llaman tables [dance], junto con otra persona que me apoyaba para ver si veíamos algo por ahí. Y de ahí decidimos empezar a hacer ruido por medio de los medios de comunicación. Así fue como tuve comunicación con el procurador Alfredo Castillo. Y ahora pues sí he recibido apoyo, por parte de ellos. Pero ha pasado demasiado tiempo. Las investigaciones que han hecho sí son muy importantes, pero si éstas se hubieran realizado desde un principio, ya hubiéramos dado con mi hija”. El caso actualmente se encuentra radicado en la Procuraduría General de la República.
Texto originalmente publicado en El Universal Gráfico el 3 de julio de 2012
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