Zoila Martínez encargó a su nieta de tres años y salió
temprano del rancho donde vive, en Huixquilucan, estado de México, para venir
al Distrito Federal y pedir apoyo en la búsqueda de su hija, Jéssica Hernández
Martínez, de 21 años.
La historia de la desaparición de Jéssica comenzó la mañana
del 7 de enero de 2012, tenía 19 años y salió de su casa en San Ramón,
municipio de Huixquilucan. De ahí iría al Hospital 194 de San Bartolo, en
Naucalpan, a solicitar una consulta pediátrica para su pequeña hija de dos
años. Después debería ir al Registro Civil y tramitar una copia certificada de
su acta de nacimiento. Le habían ofrecido un empleo en el gobierno local y
necesitaba sus documentos oficiales. A su esposo Rubén, de 29 años, no le
gustaba mucho que trabajara y ya habían tenido problemas por eso, pero Jéssica
quería ayudar económicamente y ser productiva.
A las 11:00 de la noche de ese 7 de enero, la señora Zoila
recibió una llamada. Era su yerno, Rubén Domínguez, de 30 años.
— Suegra, ¿sabe algo de Jessi?, preguntó.
—¿Cómo…?
—No sé de ella desde la mañana.
—¿Por qué hasta ahorita me estás avisando?, le recriminó
Zoila. Colgó, se puso un suéter, tomó las llaves de la casa principal y salió
de su cabañita. Ella no tenía crédito en su celular, así que usó el teléfono de
la casa que utilizan los patrones cuando están en el rancho.
Comenzó a llamar al celular de su hija. Entraba la llamada,
pero nadie contestó. Llamaron a posibles amigos de Jéssica, a los hospitales
cercanos. Nada.
Al día siguiente, el 8 de enero, Zoila, con fotografía en
mano, se dirigió al hospital de San Bartolo a preguntar si alguien la había
visto el día anterior.
Una enfermera creyó reconocerla, pero aclaró que no estaba
segura. Lo cierto es que, de haber llegado al hospital, Jéssica no logró
tramitar la consulta, ya que ese día no dieron fichas. Entonces la joven
probablemente salió y se dirigió al Registro Civil. Pero ahí ningún funcionario
quiso aportar dato alguno. Alegaron que llegaba mucha gente y que no podían dar
más información. Se negaron a revisar si el trámite de las actas había sido
realizado.
No es seguro que Jéssica haya llegado al hospital y mucho
menos al Registro Civil. El único dato verificable es que salió esa mañana de
su casa, encargó a su pequeña y se fue.
Ese mismo 8 de enero, la familia quiso levantar una denuncia
en la agencia del Ministerio Público de Huixquilucan. Pero los agentes se
negaron. Pidieron que primero la familia la buscara en los lugares de siempre:
hospitales, Cruz Roja y separos. El padre y la madre de Jessi recorrieron los
hospitales durante toda la tarde. No tuvieron resultados.
Al día siguiente regresaron a la agencia, esta vez en
compañía de su yerno. Los agentes se volvieron a negar a levantar un acta. Dado
que una enfermera creyó (sin estar segura del todo) ver a Jéssica en el
hospital de Naucalpan, deberían interponer la denuncia en ese municipio.
Esa misma tarde, los padres de Jéssica se trasladaron a
Naucalpan. Pero ahí les pidieron que regresaran después. Que dejaran pasar las
72 horas.
Apenas hace unos días, a un año de la desaparición de
Jéssica, la familia logró levantar un acta exprés por la desaparición de su
hija, con ayuda de una asociación civil.
Zoila exprime su tiempo. Educa a su nieta y a su hijo más
pequeño; cuida a los animalitos del rancho, realiza las labores del hogar. Le
queda poco tiempo para buscar a su hija, sin embargo lo hace. Ha hablado con
todas las personas que la conocían, ha puesto carteles y se sigue dando vueltas
por los hospitales. “Sólo quiero saber que está bien".
Publicado el 30 de enero de 2013 en El Gráfico y El Universal
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