¿Se acuerdan de las madres de víctimas de El Coqueto que, en febrero pasado, dieron una conferencia de prensa para denunciar los malos tratos que sufrieron en las procuradurías mexiquenses? La más aguerrida fue la señora Amparo, quien relató cómo debía buscar sola a su hija Cecilia en edificios vacíos mientras los policías la esperaban en el auto.
En ese entonces, Amparo recalcó que nadie le decía dónde estaba su hija, hasta que se “coló” a la sección de homicidios de la procuraduría de Barrientos y encontró el expediente de su hija sobre una mesa.
La historia de la señora es ejemplar. Es un relato de heroicidad cotidiana. Muchos reporteros atestiguaron que Amparo decidió poner su desgracia al servicio de otros familiares que seguían buscando a sus hijos.
El Coqueto ya se encontraba detenido, y la prensa perseguía a la señora Amparo para que contara su historia. A pesar del dolor, doña Amparo contestó cada llamada, pero llevó a los padres de otras jóvenes que seguían desaparecidas, y antes de dar entrevistas, decía a los reporteros: “entreviste también a esta señora, anda buscando a Daniela, que cuando se la robaron tenía seis años”; “conozca a la señora Araceli, se llevaron a su hija Viviana de 18”. Y muchos casos más.
Ella supo que no era la única que había sufrido la insensibilidad de las autoridades. Pero a diferencia de ella, otros padres no tenían la atención de la prensa. Ella los ayudó. Alrededor de ella se empezaron a tejer redes, también con el apoyo de organizaciones sociales, entre ellas la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe. Ahora, las mamás han formado su propia red, para acompañarse, cuidarse, compartir contactos, buscar visibilidad. Se llaman, de manera informal, la “Red de mamis” y aceptan a cualquiera que esté en esta situación, ya venga del Edomex o del DF.
Probablemente, la señora Amparo poco a poco se irá retirando de esta labor. Tiene otros cuatro hijos que cuidar. Pero su historia nos recuerda que todos tenemos la posibilidad de ser héroes: hacer lo correcto en momentos difíciles; contagiar de esperanza al que en ese momento no lo tiene; hacer la diferencia.
*Columna Rendija publicada en El Universal Gráfico el 4 de julio de 2010
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