Había dos cosas que ilusionaban a María Fernanda Tlapanco: su
fiesta de XV años y el ingreso a la prepa. Para ambas planeaba con anticipación.
En la escuela, mantenía un promedio de 9.7 y tomaba un curso en su secundaria después
de clases, y así llegar bien preparada al examen del Ceneval. Para sus XV años,
a finales de septiembre, sus papás ya habían apartado el salón de fiestas, y por
supuesto ella ya había elegido el color de su vestido: fucsia con negro.
El jueves 19 de abril, María Fernanda y su mejor amiga se
quedaron después de clases en su secundaria, la Benito Juárez número 11, a tomar el curso para el Ceneval. Ese día asistieron sólo tres estudiantes
más, así que a la salida, a las 3:30 pm, los alrededores de la escuela estaban
casi desiertos.
María Fernanda y su amiga salieron de la escuela y caminaron
sobre la avenida Gustavo Baz rumbo a la parada del transporte público, a menos
de 100 metros de la entrada del plantel. El pesero de su amiga pasó primero,
María Fernanda se despidió y se quedó sola.
Rocío Uribe es madre de María Fernanda. Ella relata que su
hija debía llegar a casa a más tardar a las 4:20 de la tarde. “Ella era
extremadamente puntual, cuando se retrasaba por algo, enseguida mensajeaba”,
así que cuando dieron las 4:30 pm, la señora Rocío marcó al celular de su hija.
Pero estaba apagado.
“A partir de ahí fue marcar y marcar y marcar, y no la volví
a encontrar nunca”, relata la madre. Llamó de inmediato a la amiga de su hija,
quien le dijo que había dejado a María Fernanda en la parada del pesero. La
familia fue a preguntar a la ruta. “Ellos dijeron que nunca la vieron subirse. Pero
nos comentaban que había mucha combi pirata por ahí”. Esa misma noche, se
dirigieron al ministerio público de Naucalpan a levantar la denuncia, pero
había tanta gente los atendieron hasta el día 20 en la madrugada.
Como en otros casos, los investigadores informaron a la
familia que el caso de su hija sería retomado hasta 72 horas después, porque, insinuaron,
de seguro “estaba con el novio” o aparecería después.
La familia, desesperada, hizo una colecta entre familiares y
amigos y para el domingo había contratado a un investigador privado. Pero a los
10 días, el investigador cerró el caso; le dijo a la señora Rocío que a su hija
“se la había tragado la tierra”. No le devolvió el dinero. Rocío Uribe está
consiente de que fue víctima de un fraude, que además de dinero, le quitó la
posibilidad de buscar con rapidez a su hija.
Mientras tanto, en el ministerio público, la carpeta había
sido enviada a la mesa cuatro de Barrientos, a cargo del licenciado Octavio
González Durán, quien también dijo a la familia que lo primero era conseguir la
sábana de llamadas, por lo que les preguntó el modelo del celular de María
Fernanda y la empresa que le daba servicio.
–Movistar–, respondió la madre.
–Ay, señora, no me diga eso–, le contestó el agente. Y le
explicó que en otros casos había sido muy difícil conseguir la información con
esa empresa.
Han pasado más de dos meses desde que María Fernanda
desapareció, y el ministerio público ha enviado cuatro oficios a la empresa.
Todos han sido rechazados: en una ocasión, estaba mal el nombre de la empresa,
en otro faltaba la firma del procurador, relata la madre, desesperada. “han
pasado dos meses y sigo sin el indicio más importante”, dice la madre.
Pasó el día del examen del Ceneval, el 16 de junio. Nadie piensa
ya en el vestido negro con fucsia.
Texto publicado en El Universal Gráfico el 26 de junio de 2012
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