Lo primero que aprendí durante la huelga es que los verdaderos dueños de Ciudad Universitaria son esas ratas enormes llamadas tlacuaches. Todos aseguraban que “no hacen nada”. Nunca me acerqué lo suficiente para comprobarlo, porque al ver su cola de roedor monstruoso, no podía hacer otra cosa sino estremecerme.
En la cotidianidad de las clases, es difícil entender esta verdad, ya que los tlacuaches son tímidos y sólo salen de noche: merodean por los basureros buscando comida, intentar ingresar a las cocinas y cafeterías del campus, pasean en fila india con sus crías... una alegre familia.
Uno de los principales miedos al acampar en CU es que la tienda de campaña fuera invadida por estos ciudadanos. Ocurrió una o dos veces en el Centro Cultural. Digamos que la norma era revisar la tienda con cuidado, antes de ingresar a ella.
Una vez en la Facultad de Ciencias Políticas, se les ocurrió que quizá los tlacuaches podían ser fuente proteica para el sustento de los estudiantes en huelga. Entonces una camarilla de cuatro o cinco se lanzó a la caza del tlacuache. No sé cómo lo hicieron, creo recordar (pero no puedo asegurarlo) que utilizaron palos como armas. Finalmente mataron a uno y lo llevaron a la facultad.
Entonces, la culpa invadió a los cazadores (que parecían emular los niños perdidos de El señor de las moscas), y tiraron el cadáver a la basura. Se habló poco del caso, todos querían olvidarlo. Nadie volvió a intentar cazar tlacuaches. Con los meses (quién hubiera pensado que pasaran tantos), los tlacuaches se acercaron de nuevo a buscar comida en la cocina.
viernes, 3 de abril de 2009
La caza del tlacuache (memorias de la huelga)
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