jueves, 26 de enero de 2012

El delito de la vergüenza





Columna publicada originalmente el 18 de enero de 2012 en El Universal Gráfico


Cuando se trata de violación o abuso sexual, las víctimas se enfrentan, quizá, a una de las decisiones más difíciles de sus vidas: denunciar o no hacerlo. Mientras algunas oficinas de derechos humanos y de ayuda a las mujeres instan a lo primero, la familia y los amigos en ocasiones recomiendan no hacerlo. Aquí dos historias que ilustran las dos opciones.

Cuando tenía 16 años, Marianela (no es su verdadero nombre, para proteger su identidad) sufrió un intento de violación, por parte de un desconocido que la subió a fuerza a su camioneta. Decidió denunciar. Cuando lo hicieron se dio cuenta que el suyo era uno de muchos casos similares que se habían dado por donde ella vivía, en el sur de la ciudad de México: andaba suelto un violador serial.

Pero, al buscar al agresor, Marianela lo confundió con otra persona. No sólo fue ella. Otras dos niñas también lo identificaron erróneamente. El parecido entre un inocente y el culpable era sorprendente. Cuando se dieron cuenta, lo enmendaron. Lograron sacar al hombre que habían confundido de la cárcel, pero se pasaron tres años más en procesos legales. Gracias a ella el verdadero culpable está en la cárcel. Pero Marianela dice que no volvería a denunciar.

Segundo caso: En el Estado de México, Rocío (tampoco es su verdadero nombre) fue atacada junto con otra amiga cuando regresaban iban rumbo a su domicilio. Decidieron no denunciar. Pero Rocío quedó embarazada. Actualmente se encuentra envuelta en una serie de procesos: está tratando de probar su residencia en el Distrito Federal para acceder a la práctica de un legrado. Tuvo que presentar la denuncia.

El delito de violación es el que más vergüenza causa a la víctima. Y se complica más cuando el agresor es algún conocido, lo cual ocurre -según varios estudios- en más de la mitad de los casos. Las víctimas más frecuentes son menores de edad, quienes tienen menos herramientas para enfrentar esta situación.

La opción de denunciar no es fácil. En ocasiones, el paso por los ministerios públicos y los juzgados es casi una segunda vejación. Por ello nadie puede decirle a una víctima qué hacer. Lo cierto es que la denuncia permite tener más posibilidades de detener a culpables y transformar una sociedad que sigue echando la culpa a las víctimas de su propia violación.

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