sábado, 15 de enero de 2011

Cuando los niños matan


*Publicado originalmente en Replicante





Una reflexión sobre el Ponchis


Por Lydiette Carrión


Le dicen el Ponchis. Tiene catorce años y se le acusa de haber degollado a cuatro personas. También se le acusa de ser miembro del Cartel del Pacífico Sur.

Su historia recorrió el mundo, incluso antes de ser aprehendido el pasado 2 de diciembre en el aeropuerto de Morelos. Su caso ha detonado protestas desde todos los sectores: los organismos de derechos humanos han reclamado que su nombre y rostro fueran difundidos, violando con ello todas las leyes que protegen a los adolescentes. Penalistas y políticos han demandado que sea juzgado como adulto, dada la gravedad de sus crímenes.

Pero la literatura y el arte en general ofrecen explicaciones más complejas del hecho, invariablemente escalofriante, de que un niño sea capaz de matar.

“¡Oliver Twist pide más!”



Charles Dickens describe un Londres de la primera mitad del siglo XIX en donde los huérfanos, los niños de nadie, son adiestrados por adultos en el arte del robo y el asesinato. La lucha de Oliver Twist es para no ser tragado por ese mundo en el que conviven ladrones, asesinos y prostitutas.

Pero el primer paso para las aventuras de Oliver es rebelarse ante su presente. En un orfanato los huérfanos se mueren de hambre y le toca al protagonista pedir por más comida, con lo que desata la furia del director, quien decide venderlo como aprendiz al primero que lo decida comprarlo.

El relato de Dickens se concentra en las decisiones pequeñas pero fundamentales que el huérfano debe hacer en cada momento, las cuales lo salvan de que su espíritu se desvíe.

Pero la historia de Oliver Twist es un relato feliz (el protagonista logra mantener inmaculada su inocencia y es rescatado de las calles de Londres), en medio de un centenar de historias trágicas, de huérfanos (a los que ahora los llamaríamos “niños en situación de calle”) que deben robar, golpear y matar para sobrevivir.

¿Acaso el Ponchis no fue movido por esos mismos valores que Dickens critica en sus historias? ¿No es acaso la versión trágica de un Oliver Twist que no logró huir de ese círculo de criminales?

Dickens es considerado uno de los primeros escritores del siglo XIX que se alejó del romanticismo para describir un drama social. En una novela posterior, Tiempos modernos, ofrece una visión aún más aguda de lo que él consideró era la transformación de su sociedad por la Revolución industrial: dejaron de ser vigentes valores como la honestidad, la compasión y la solidaridad para erigirse como dioses la ganancia y el dinero.

¿Acaso el Ponchis no fue movido por esos mismos valores que Dickens critica en sus historias? ¿No es acaso la versión trágica de un Oliver Twist que no logró huir de ese círculo de criminales?

Según la prensa, el Ponchis nació en San Diego; su madre vive en el barrio Logan, conocido por ser semillero de sicarios desde los años noventa, si bien ella fue descrita como una mujer piadosa que vende cosméticos de casa en casa.

El Ponchis creció sobre todo en Jiutepec, Morelos, en un barrio pobre, al cuidado de su abuela, hasta que ella falleció cuando él tenía unos siete años, según un diario de Estados Unidos. Nació y creció en el abandono, en barrios donde la norma era pertenecer al crimen organizado.


La naranja mecánica y las soluciones del sistema

Es un mundo podrido porque permite que los jóvenes golpeen a los viejos como ustedes han hecho, y ya no hay ley ni orden. Ya no es un mundo para un viejo [...] ¿Qué clase de mundo es éste? Hombres en la Luna y hombres que giran alrededor de la Tierra como mariposas alrededor de una lámpara, y ya no importan la ley y el orden en la Tierra.
—Un vagabundo a Alex, en Naranja Mecánica.

Uno de los aspectos que causó más escozor en varios sectores es el hecho de que, de ser hallado culpable, el Ponchis sería condenado a tres años de reclusión.


La Naranja Mecánica de Kubrick

En entrevista telefónica el presidente del Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad (ICESI), Luis de la Barreda Solórzano, explicaba que incluso en países democráticos, como España o Reino Unido, las penas para adolescentes que cometen homicidio son más altas. Pero, han cuestionado defensores de derechos humanos, la reclusión en una cárcel mexicana, las cuales han probado ser escuelas del crimen, ¿rehabilitaría al Ponchis?

Durante la plática De la Barreda Solórzano recordó el caso de dos niños ingleses de diez años que en 1993 secuestraron a un bebé de dos años en un centro comercial y lo torturaron y asesinaron. Si bien los medios formales no divulgaron su identidad, los tabloides sí difundieron sus fotografías y nombres: Robert Thompson y Jon Venables. Fueron enjuiciados como adultos y condenados a cadena perpetua aunque fueron liberados en 2001, cuando cumplieron la mayoría de edad y se les dio una nueva identidad para protegerlos.

Según la prensa, estos niños fueron tratados cuidadosamente en prisión, continuaron sus estudios, fueron evaluados y tratados por un equipo de siquiatras y sicólogos. Se les dio un seguimiento puntual. Hace un par de años Venables fue arrestado por poseer pornografía infantil.

El caso de los dos niños ingleses parece acercarse al de Alex De Large, el personaje ficticio de Naranja mecánica, escrita por Anthony Burgess y posteriormente llevada al cine por Stanley Kubrick, en donde el ejercicio de la violencia no es por paga alguna, sino por gusto.

Frente a la hiperviolencia del adolescente, plantea Naranja mecánica, se dará un tratamiento pavloviano a Alex: mediante drogas y la exposición sistemática a música clásica e imágenes violentas quedará imposibilitado de volver a golpear, matar, violar…

Después de haber sido tratado, Alex será un personaje castrado, indefenso ante una sociedad que lo rechaza, y de la cual ya no puede defenderse. La solución final, según la novela, se encontrará en la maduración de Alex y la búsqueda del amor.

Pero el niño sicario mexicano también parece emular al Alex de Naranja Mecánica: su fama se desató cuando, de forma anónima, fueron difundidas en la red las imágenes de estos adolescentes, armados y con el rostro cubierto, que posan frente a sus víctimas, mientras los golpean, los hieren, los mutilan…

Crimen y castigo. La redención


Vete a una encrucijada, haz una reverencia a la gente, besa la tierra, porque también ante ella has pecado, y dile a todo el mundo: ¡Soy un asesino!, sólo entonces, Dios te regresará la vida.
—Sonia a Rodión, en Crimen y Castigo

Si bien no es propiamente un niño, Rodión Romanovich Raskólnikov es el joven asesino más trascendente de todos los tiempos. Para Dostoievsky, el drama del crimen no pertenece a la esfera de la edad, ni siquiera de la sociología o el aburrimiento, sino de la ética y la filosofía.

La tesis, que se repite con variaciones en las principales novelas del autor (Demonios, Los hermanos Karamazov, El idiota) es la misma: la redención del criminal es siempre posible; se trata de un proceso interno, personal, pero que debe ir acompañado de una sociedad que compadece, más que condenar al criminal, cuyo camino será tortuoso para alcanzar la expiación.

La tesis, que se repite con variaciones en las principales novelas del autor es la misma: la redención del criminal es siempre posible; se trata de un proceso interno, personal, pero que debe ir acompañado de una sociedad que compadece, más que condenar al criminal, cuyo camino será tortuoso para alcanzar la expiación.
Otra tesis que se reproduce una y otra vez en la obra de Dostoievsky (en particular en Crimen y Castigo y Demonios): los fines jamás justificarán a los medios. Rodia comprende que su inteligencia y su talento, así como sus planes para hacer un mundo mejor, no justifican que mate a una usurera.
Rodia es un estudiante que se encuentra en una soledad y una pobreza abrumadoras, repleto de libros modernos que plantean la existencia de un hombre superior, al cual no se aplicarían las leyes morales.

Ahí, en un cuartucho de estudiante, en medio del frío y el hambre, concibe que para, continuar con sus estudios y convertirse en un ser valioso para la sociedad, así como para salvar a su hermana de un matrimonio infausto, la única solución es asesinar a una vieja usurera, poco querida por los que la rodean. Un insecto, una chupasangre. Rodia se convence a sí mismo de que hará a la sociedad un doble favor: terminar con la usurera y ayudarse económicamente.

Dostoievsky añade un apunte sociológico frente al homicida. Antiguamente, dice en varias obras, el pueblo ruso compadecía al criminal que purgaba su pena, porque es el homicida el que más sufre. Al ser un criminal, ha cortado sus lazos con la sociedad, con el pueblo y con Dios. Por ello, Sonia, la prostituta, decide acompañar a Rodia a Siberia.

Ahí, en el destierro, y después de varios años, Rodia logrará redimirse y encontrar la paz, acompañado por Sonia, una vez que comprendió que él no es un superhombre, tampoco un monstruo, sólo un hombre, un pecador que tuvo otra oportunidad.

1 comentario:

  1. me parece demasiado triste, pero a la vez es una realidad cada vez mas y mas cotidiana

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