Simplemente, cada vez hay más.
Entran a los vagones uno tras otro, con sus bastones, sus ojos desorbitados y llenos de cataratas y la herramienta para la mendicidad moderna: un pequeño amplificador y un diskman.
Ni siquiera mi micro ambiente a través del i-pod me protege de la potencia de su pequeño amplificador. La música que supuestamente venden los ciegos en el metro, penetra mis propios audífonos y me obliga a observar la miseria.
Y a pesar de mi predicción por evadirme, es imposible dejar de reflexionar. ¿qué está pasando?
Hoy en el metro dominguero, tuve una revelación o un pensamiento macabro. No hay remedio para el pueblo mexicano: adormecidos con la nota roja --que me fascina--, aturdidos con nuestra propia voracidad de comida chatarra y enferma, masturbados con los gadgets inútiles y obsoletos provenientes de China o eStados Unidos
(Tienen razón los científicos: no podemos producir tecnología, pero ya ni siquiera sabemos comprarla)... y mientras el tránsito ininterrumpido de mendigantes que nos venden las canciones de hace diez años en recopilaciones piratas a diez pesos. Y mientras la violencia y la miseria se extienden. Y el pueblo mexicano no mete ni las manos, mientras se sigue vendiendo la idea de que "tenemos mucha cultura": los prehispanicos, los muralistas, las artesanías... no volteamos a vernos en la actualidad: ¿dónde está nuestra cultura? ¿en la crueldad a los animales (somos uno de los países con mayor índice de crueldad)?; ¿en nuestra obesidad alarmantemente en aumento? (por más que nos digamos que "los gringos sí están gordos"), en nuestra caída libre ne los índices de educación y competitividad?
Espero equivcarme, pero también tuve otra revelación. En este país yo no quiero tener hijos.
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