Mónica, enamorada, dejó su estudios de Sicopedagogía Educativa y tomó un autobús rumbo al Distrito Federal. Era la primera vez que viajaba tan lejos. En la capital se encontraría con Jorge, a quien había conocido una tarde mientras esperaba a su cuñada, sentada en una banca de su natal Acayucan, Veracruz.
Al principio, Mónica encontró a Jorge “un tipo común y corriente; y de hecho, más corriente que común”. Pero él le bajó las estrellas, le pidió que se fuera con él, que viviría como una reina. Antes de cumplir 20 años, Mónica aceptó. Tomó ese autobús, sin papeles y sin avisar a sus padres. Era 2010.
Los primeros dos días junto a Jorge fueron una luna de miel, en una humilde casa de huéspedes, localizada en la calle Aristas número 36, frente a la delegación Cuauhtémoc. Pero al tercero, cuando regresaban de comer, pasaron por Puente de Alvarado y vieron a varias muchachas que ejercían la prostitución. Jorge le dijo: “así vas a trabajar tú”. Mónica recuerda: “Pensé que estaba bromeando”.
No bromeaba.
Esa misma noche, Jorge le anunció que se pararía en la calle de Sullivan. Mónica se negó. Trabajaría de otra cosa, pero no quería ser prostituta. Jorge le reviró: si ella no hacía lo que él quería la iba a matar a ella y a su familia. Añadió: “¿Para qué creías que te traje?, ¿qué deveras me iba a casar contigo?”.
Mónica usó el vestidito y el maquillaje, y se paró en Sullivan. Estaba en una ciudad extraña, amenazada y vigilada, ni siquiera tenía la fuerza de llamar a sus padres. ¿Cómo les iba a explicar que se había escapado con un hombre que resultó ser padrote?
La primera golpiza ocurrió en diciembre de 2010. Mónica no rebasa los 50 kilos de peso. Pequeñita, debe alcanzar apenas 1.55 centímetros de estatura. Pero Jorge la golpeó a puño cerrado, y una vez que ella estuvo en el suelo, la pateó, hasta que ella quedó sin aire en los pulmones. Llena de moretones, la mandó a “trabajar”.
Mónica fue comprendiendo que en la casa de huéspedes vivían otros padrotes y madrotas, que todos se conocían entre sí, y que ella y las otras chicas siempre estaban vigiladas. Jorge le advertía que él mandaba amigos como clientes, para que le dijeran si ella los estaba “atendiendo” bien.
De todas las chicas que conoció durante dos años en Sullivan, ninguna estaba ahí por gusto. Todas habían sido enganchadas y eran vigiladas día y noche.
En otra ocasión, Jorge llegó a la casa de huéspedes por el dinero, y se encontró con que Mónica sólo había logrado ganar 900 pesos. “Me los aventó a la cara y se salió”. Pero un rato después regresó, golpeó la puerta y le gritó que le abriera. Ella tuvo un momento de envalentonamiento, no le abrió y le contestó que ella no era su tonta. Jorge pidió la llave del cuarto a los dueños, entró y le propinó una golpiza peor a las anteriores. Esa vez Mónica perdió el conocimiento.
Pasaron así dos años, en los que ella no hablaba con nadie. Vivía en ese cuartito, casi siempre sola, por las noches era obligada a prostituirse y Jorge le quitaba todo su dinero. No sabía quiénes eran miembros de la red de trata. Pensaba en morirse. Pero una noche, a inicios de 2012, algo ocurrió que encendió las alarmas. Jorge anunció que trabajaría tres meses más en Sullivan y después se iría a Estados Unidos. Ella se negó. Él le respondió con la peor golpiza de su vida.
Al día siguiente, Mónica caminó hasta la colonia Doctores, y en el llamado búnker de la Procuraduría capitalina, denunció. Por la noche incluso estuvo en Sullivan, para no levantar sospechas.
Jorge, que actualmente tiene 28 años, está bajo proceso por el delito de trata de personas. En Aristas 36, siguen viviendo padrotes y víctimas.
* Texto publicado en El Universal Gráfico el 4 de septiembre de 2012.
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