miércoles, 26 de junio de 2013

La segunda búsqueda por Iván





En la última semana de abril, las autoridades comenzaron a buscar los restos de Francisco Iván Serrano Hernández, desaparecido desde 5 de octubre de 2011 y presuntamente asesinado por Mónica, su ex esposa y actualmente prófuga, en complicidad con Rodrigo, un policía de Nuevo León, y quien fue detenido en esas fechas.

En ese entonces, Rodrigo declaró que el cuerpo fue abandonado a orillas del Bordo de Xochiaca, por la calle 40 de la colonia del Sol.  Los ministeriales llegaron con palas, herramientas inútiles para semejante empresa. Se detuvo la búsqueda. La familia se dio de topes contra la pared. Si no acopiaban pruebas, Rodrigo saldría libre. En ese entonces, se habló incluso de pedir ayuda al ejército para la búsqueda.

Pasó un mes y apenas esta primera semana de junio, reinició la búsqueda a cargo de elementos de Protección Civil del Estado de México. Es urgente localizar los restos, ya que el proceso probatorio contra Rodrigo inicia en julio.

Karla Serrano, hermana de Francisco Iván, ha ido a ver cómo remueven la tierra y el fango. Comenta que se rentó una máquina excavadora para las labores, y aparentemente este gasto salió del bolsillo del procurador mexiquense, a falta de infraestructura de la procuraduría.

En octubre de 2011, Francisco Iván Serrano, de 34 años, se había separado de su esposa Mónica, y había comenzado otra relación. El 5 de octubre se dirigió a casa de sus suegros, en Ozumbilla, Tecámac, Estado de México, para hablar y cerrar es capít
ulo de vida. No se le volvió a ver.

La última llamada que hizo fue a Mónica, desde Ozumbilla. Días antes de desaparecer, Francisco había estado en constante comunicación con ella, quien cada que colgaba con él, llamaba a un número Movistar desconocido. En ese entonces, la joven fue interrogada al respecto por la policía ministerial, y dijo que no se acordaba de quien era el Movistar. Le dijeron que fuera a su casa y tratara de “recordar”. Aquélla se fue y desde entonces nadie volvió a saber de Mónica.

El Movistar pertenecía a Rodrigo, quien aparentemente vivió con Mónica en el área metropolitana de Monterrey durante todo este tiempo… Mónica sigue prófuga.

GLOSARIO DE SUPERVIVENCIA

Desaparecidos de Tepito: No estuvieron involucrados ni cárteles ni pandillas, porque en el DF no existen. La principal línea de investigación es la abducción extraterrestre. 



* Columna Rendija publicada el 11 de junio de 2013 en El Universal Gráfico.

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Lo que las chicas quieren




Mujeres y jóvenes que fueron víctimas de trata piden lo siguiente a funcionarios tanto de nivel local como federal:

Muchacha de cabello corto: “Si nos ponemos a trabajar como debe de ser, se puede erradicar la trata. Nos han hecho promesas antes, pero luego no cumplen. Nosotros vivimos este problema, pero ustedes lo pueden sacar a flote”.

Sofi, sobreviviente de trata del Reino Unido: “Las víctimas de trata somos chicas normales. Somos como cualquier persona pero nuestras vidas fueron arrebatadas por un tiempo”.

Sobreviviente originaria del Estado de México: “Necesitamos refugios especializados para víctimas de trata. Yo estuve en uno que era de violencia doméstica y no sabían ni qué hacer conmigo. No me dejaban ni salir a la tienda. Casi me suicido ahí. Sin embargo, ahora voy a empezar la carrera”.

Joven con blusa naranja: “Trabajen para aprobar ya el reglamento de la Ley contra la Trata. Es urgente”.

Muchacha con saco: “Nosotros somos la voz, pero ustedes son las autoridades, es su responsabilidad”. Para que las cosas cambien, “debemos reunirnos [víctimas y sobrevivientes de trata y autoridades] no sólo una vez, sino varias veces para que nos escuchen”.

Chica de cabello chino, muy largo: “Cuando me hicieron las valoraciones sicológicas, habían pasado ya dos años y medio [de que fuera rescatada]. No pueden dejar pasar tanto tiempo”.

Joven con blusa negra y falda morada: “Cuando llegué a un albergue no hablaba. Lo que me ayudó es que habían personas que se interesaban por mí. Eso me ayudó a decir la verdad”. Pero “nosotras [las víctimas rescatadas] somos privilegiadas, porque somos muy pocas las que sobrevivimos. A las demás las matan o se mueren.

Este lunes se efectuó el Foro “De víctima a superviviente” en el Antiguo Colegio de Medicina. Estuvieron presentes expertos en el tema de trata de personas para la explotación sexual, políticos, entre ellos el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, diputados del Distrito Federal, Morelos, Estado de México;  legisladores federales, la ex diputada federal Rosi Orozco.

Las jóvenes hicieron las anteriores exigencias a políticos y funcionarios. Habrá que ver, en los próximos meses, si los funcionarios les darán cauce.


Glosario de supervivencia

Escala de Richter: no es lo mismo que la escala de un quinto piso en la Colonia Roma o un sexto piso en la Juárez.

*Columna Rendija publicada en El Universal Gráfico el 19 de junio de 2013.

El héroe de Anita




En 2006, Anita tenía 13 años y terminaba segundo de secundaria en Tultitlán, Estado de México, cuando su madre murió por causas desconocidas. El padrastro se llevó a su hermanita a Puebla, pero a ella la dejó sola.

Lo último que sugirió el padrastro antes de irse fue acudir con una parienta de él: Eliset, hijastra de un matrimonio anterior.

Anita se fue a vivir con la familia: Eliset de 29 años, su esposo, cinco hijos y Dulce, otra jovencita que trabajaba para la mujer contestando siete líneas telefónicas. Todos vivían en una casa grande, de cinco recámaras en Coacalco, Estado de México.

Al mes de haber llegado, Anita tenía que limpiar la casa ella sola y atender a los cinco hijos. “Terminé levantándome a las cinco de la mañana para que me diera tiempo de todo”.

Un día Dulce escapó. Eliset habló con Anita: le explicó que en realidad ella era prostituta y se anunciaba en los periódicos, que quienes llamaban a las diferentes líneas telefónicas eran sus clientes y que como Dulce no estaba, ahora Anita respondería las llamadas: daría los precios y convencería a los clientes.

Dulce regresó tiempo después y luego se volvió a ir. Eliset llevó a su cuarto a Anita, para hablar:

–Tenemos muchas deudas, además el papá de tus hermanos está muy enfermo y si no lo operan se muere–, la chantajeó. –Tus hermanos ya perdieron a su mamá, ¿y ahora van a perder a su papá también?

Anita tenía 14 años cuando pisó por primera vez un hotel.

Eliset y su esposo explotaron a Anita en hoteles de todo el Estado de México y el Distrito Federal. “Había veces que ni siquiera me dejaban ir al baño, porque íbamos a hoteles por toda la región, desde la frontera con Querétaro, hasta el sur, por Xochimilco”, recuerda la joven.

En ocasiones la adolescente se rebelaba y la mujer la encerraba. La última vez la mantuvo así por dos días, hasta que Anita entró en crisis, rompió un vidrio de la ventana para escapar, pero no cupo entre los barrotes. Entonces tomó un pedazo de vidrio y se cortó los brazos. “No quería morirme, quería que me sacaran de ahí”, explica, y muestra su cicatriz. Embarró la sangre en las paredes y gritó hasta que la liberaron.

Cuando Anita tenía 15 años, su hermana llamó por teléfono. Anita le preguntó por el padrastro y la operación.

–¿Cuál operación?–, respondió la hermanita. Todo había sido mentira.

En diciembre de 2008, Eliset llevó a Anita a un hotel de la colonia Álamos en el Distrito Federal. El cliente ofrecía 4 mil pesos por tener sexo sin preservativo. Anita se opuso. Tras una larga discusión, Eliset tomó su lugar, pero al terminar el hombre pidió “unos minutos” con la adolescente.

–Mira, niña, si te vas a dedicar a esto tienes que hacer lo que el cliente te pida porque estoy pagando– le sermoneó.

Anita salió llorando de la habitación. Un camarero la vio y le preguntó qué le pasaba.  Ella le pidió ayuda.  El muchacho –que Anita calcula tenía alrededor de 23 años entonces– aceptó. La escondió en un cuarto, le dio una sudadera y pidió un taxi de sitio.

Eliset y su marido estaban dando vueltas alrededor del hotel. Cuando llegó el taxi, el muchacho le dijo: “a la de tres, corre…”.  Se escabulleron.

Esa noche el muchacho perdió su trabajo: se fue siete horas antes de que terminara su turno. Pero acompañó a Anita al búnker de la PGJ capitalina y luego a la agencia 59.  La policía detuvo a la pareja. Eliset fue condenada a cinco años de cárcel por el delito de corrupción de menores; al esposo, a 13 años, por lenocinio. Paradójicamente él ya está libre. La mujer está por salir.

Durante estos años Anita ha estado en las fundaciones Camino a Casa y Reintegra. En unas semanas entrará a la universidad, a Ciencias de la Comunicación. No ha vuelto a ver al muchacho que la salvó. Sólo sabe que su nombre es David.

Texto publicado en El Universal Gráfico el 18 de junio de 2013

viernes, 7 de junio de 2013

La desaparición de Jerzy

















El gran cártel. El gran cártel de Tepito. Lety Ponce, esposa de Jorge Ortiz “el Tanque” y madre de Jerzy, desaparecido, se sonríe. “Imagínate, si fuéramos dueños de un cártel. Estaría yo en Miami, gastándome la lana”.

Todavía es joven, muy blanca, pelo muy claro, casi platinado. Lety atiende a un cliente que pregunta por playeras del grupo de punk Green Day en el local del que es dueña. Enfrente, sobre la calle se encuentran los puestos de ropa de los abuelos de Jerzy; se escucha, amortiguada, la música de otros puestos: encontronazos de reggaetón, rock, electrónica...

Lety se sienta para iniciar la entrevista. Su muñeca derecha está tatuada: un diamante. Su hijo Jerzy Ortiz, de 16 años, tiene uno igual.

El sábado 25 de mayo, el último día que vio a Jerzy, transcurrió como cualquier otro.
Almorzaron huevos rancheros, y luego fueron a trabajar. Jerzy, el nieto consentido, el hijo adorado, el niño conocido por ser mujeriego y dicharachero, estuvo un rato en los puestos, se fue y regresó de nuevo, pasadas las 7 de la noche para ayudar a recoger. Le pidió dinero a mamá “para una torta” y se fue a bordo de una motoneta.

Lety terminó la jornada y regresó a casa. A las 2:30 de la mañana le marcó al hijo.

–¿Dónde estás?
–Aquí en Santa Ana– una plazoleta en la esquina de Matamoros y Peralvillo, a corta distancia de su casa.
–¿Vas a ir a bailar?
–Sí, al Cristal.
–Si te vas a otro lado, avísame.
–Sí, mamá.

Jerzy no le avisó.

A la mañana siguiente, Jerzy no estaba. Lety se dijo: “Igual y del antro se fueron para el estadio…”.

Ese domingo fue la final de futbol más vista de la historia. Todos en la familia de Jerzy son americanistas. Abuelos, primos se preparaban para ir al estadio. Marcaron a Jerzy, pero estaba apagado. Se quedó sin pila, pensaron.

La ciudad se paralizó. El Cruz Azul llevó ventaja todo el partido, pero en los últimos minutos, el América empató y luego ganó en penales.  La ciudad estaba en llamas, tanto americanistas como contrarios.

Lety volvió a marcar. El celular seguía apagado. “Debe estar en el Ángel, celebrando”. Pero el lunes se levantó y su hijo no aparecía.

Llamó a Josefina, mamá de Said Sánchez.

Josefina o “Che” –como todos la llaman– y Lety son amigas desde la adolescencia. Después se casaron con Jorge Ortiz y Alejandro Sánchez, ambos están en la cárcel, sentenciados, entre otros delitos, por extorsión. Este hecho ha desviado en la opinión pública las principales líneas de investigación, que apuntan a personas vinculadas al Heaven, ha estigmatizado a Jerzy y Said y a todos los desaparecidos.

Josefina también buscaba a su hijo. Lo había visto por última vez el sábado, por la noche, cuando pasó a casa por un suéter, e iba en compañía de Jerzy.

Las mamás preguntaron con los vecinos. Alguien dijo que los había visto con el “Chupetes”, un amigo reciente.  Otros dijeron que unos hermanos Piedra, vecinos de Peralvillo habían ido al Heaven y no aparecían. Otros dijeron que una chica que había estado en el antro vio cómo se llevaban a varios chavos en la mañana del domingo.

Las familias fueron a Capea el martes. Había mucha gente. “Le pregunto a una persona que estaba en la puerta. Le digo ‘es que a mi hijo se lo llevaron de un antro’. Y el tipo le dice al MP: ‘otros dos más’. ‘Pues cuántos somos’, pregunté. Éramos 11 familias”.  Entre ellas, la madre de Jennifer Robles González, de 23 años, tercera generación de una familia dedicada a hacer muñecos de peluche, vecina de la Moctezuma y madre de un niño de seis.

Los atendieron, pero pasaban los días y no se investigaba.

El jueves, Lety fue a la Procuraduría del Menor. Hacía antesala, cuando sonó el  celular. Era su esposo, Jorge Ortiz, quien le llamaba desde la prisión, en Hermosillo, Sonora.

–Qué pasó, hija, ¿y mi hijo?– fue lo primero que le dijo El Tanque.

Lety se soltó a llorar

–No sé qué pasó. Perdóname, yo siempre te he dicho que te voy a entregar buenas cuentas de tus hijos. Pero algo se me salió de las manos. No lo encuentro.

A él se le quebró la voz.

–No te preocupes. Pero encuéntrame a mi hijo, encuéntrame a mi panzón–, le pidió él.
–Sí, mi amor. Te lo prometo que lo voy a hacer. Voy a mover cielo, mar y tierra.

Leticia colgó. La recibieron en la procuraduría del menor. Le dijeron que “no era necesario” levantar denuncia alguna ahí, si ya lo había hecho a través de CAPEA. Pero jamás activaron la alerta Amber.

Al día siguiente, el barrio bravo de Tepito cerró la Avenida y se hizo público el mayor escándalo que ha pegado a la  actual administración capitalina. 

*Texto publicado el 7 de junio de 2013 en El Universal Gráfico. 

Thalía buscó el sueño americano




Lydiette Carrión


El 1 de agosto de 2012, alrededor de las tres de la tarde, Thalía González Martínez de entonces 19 años, se vistió con ropa negra, cargó con el poco dinero que le quedaba, su credencial del IFE y un teléfono celular. Luego se despidió de su familia.

Partió con una conocida  suya, Lorena Torrijos. Iban a cruzar a Estados Unidos por Reynosa. La familia de Thalía la vio alejarse y dejar el lugar donde nació: Juandó, un pueblito que apenas rebasa los mil habitantes, en el municipio de Acambay, Estado de México.

Desde esa tarde nadie la ha vuelto a ver.

La historia comenzó  tres meses atrás, en mayo de 2012. Lorena de  aproximadamente 28 años, estaba de visita en Juandó. Ella vive en Chicago desde hace 15 años y había regresado por primera vez desde entonces a su pueblo. Durante esas vacaciones, visitó constantemente a Thalía; la invitaba a comer y a beber, pasaban horas platicando con otra mujer, tía de Lorena, la señora Zenaida Flores, y juntas la convencieron de emigrar en compañía de Lorena y abandonar lo poco o mucho que tenía: un pequeño negocio de carnitas.

La joven se entusiasmó y pidió dinero a la familia. Convenció al papá de vender una camioneta y unos puercos y juntó 60 mil pesos: el precio por anticipado que exigía “la coyota”. Depositó directamente a cuentas bancarias de la familia de Lorena, quien supuestamente arregló todo el viaje. El problema es que nadie de la familia de Thalía supo quién era la coyota, ni tuvo algún contacto con ella.

De lo único que tuvieron certeza es que las dos mujeres –quienes debían ir vestidas con colores oscuros esconderse de la migra– cruzarían por Reynosa, Tamaulipas.

Reynosa solía ser un lugar muy recurrido por migrantes mexicanos, quienes cruzaban a nado el Río Bravo y llegaban al área metropolitana de McAllen, Texas. Pero actualmente se ha vuelto muy peligroso debido al crimen organizado, en concreto Los Zetas. La gente de Juandó (un pueblo del cual han debido migrar muchas personas a Estados Unidos) ahora emigra por Piedras Negras, Coahuila, explica el hermano de Thalía, Daniel González Martínez.


El 1 de agosto de agosto, las vieron partir. El 2 de agosto, la madre llamó al celular de Thalía, pero nunca entró la llamada. La familia intentó comunicarse al ceclular de Thalía y al de Lorena los días siguientes sin éxito. A los ocho días, Lorena Torrijos ya se encontraba en Chicago y se comunicó a Juandó. Dijo que Thalía “no había aguantado ni tres horas en el desierto”, y que se había entregado a la patrulla fronteriza.

Agregó que la habían dejado en McAllen. Pero que no se preocuparan, la iban “a maquillar” y los coyotes la pasarían a través de la garita con una mica (visa) falsa.

–Pero si ya estaba en Mc Allen, ¡ya había cruzado!, ¿por qué tenía entonces que cruzar de nuevo?– exclama el hermano de Thalía, Daniel González Martínez. Más aún, se cuestiona ¿de cu



ál desierto hablan en el área metropolitana de McAllen?

Pasaron los días, los meses. Lorena reportó la desaparición de Thalía en un consulado, dijo que era su prima,  y después dejó de contestar las llamadas de los familiares de la joven, quienes denunciaron ante el MP mexiquense en diciembre de 2012. Pero hasta la fecha, no han visto que se inicie una investigación o se dé alguna coordinación con autoridades federales y tamaulipecas.

“Yo sólo quiero que me digan dónde está, qué hicieron con ella”, se duele la madre de Thalía, la señora Eulogia Martínez.