lunes, 19 de abril de 2010

El Ejército, ¿semillero de guerrilleros? (historias del subsuelo en la montaña)

Sí. El título es una provocación. A manera de respuesta a las incontables veces que se ha dicho que las universidades públicas (en especial la UNAM) y las normales rurales son escuelas de guerrilleros.

Cada determinado tiempo así sucede en los periódicos. Y salen a relucir las tres historias más o menos documentadas que son “prueba irrefutable” de la presencia de células del EZLN, EPR e incluso FARC en la UNAM.

Una de cal por las de arena.

El 21 de agosto de 2001, un supuesto documento salió a la luz, en el que se daba cuenta de que tres presuntos eperristas desaparecidos desde 1997 habrían sido en realidad “ajusticiados” por el mismo grupo armado.

Los eperristas serían Paula Galeana, una de las viudas de la matanza de Aguas Blancas, Emiliano Estevez Mondragón, ex militar y ex policía, y Fortunato Avelino Huizache, hermano de una importante dirigente de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, organización social que ha sido hostigada y acusada de ser “pantalla” del EPR casi desde su fundación.

Los desaparecidos se habían esfumado desde finales de octubre de 1997, pero sus familiares nunca habían denunciado los hechos.

El 29 de agosto, la madre de Emiliano Estevez Mondragón, Benita Mondragón Mendoza, rindió su declaración ministerial en la Ciudad de México.



DE MILITAR A GUARURA, DE POLICÍA A GUERRILLERO


Emiliano estudió hasta el segundo año de secundaria, contó su madre ante el MP. Decidió dejar la escuela porque “le daban dolores de cabeza”, y comenzó a trabajar en el campo. Un día, en Atoyaquillo, cuando tenía 16 años, llegó “gente del Ejército, entre ellos un capitán de apellido Castillo” a la población de la familia, y pidieron un guía para llegar hasta cierto paraje que no conocían. Emiliano los llevó. Al capitán le simpatizó el muchacho y le ofreció enlistarlo en el Ejército. Emiliano accedió.

La historia es muestra de uno de los procesos de reclutamiento de Ejército que nutrió a esa organización casi desde su inicio: el levantamiento (por lo general voluntario, pero no siempre) de menores de edad de las zonas rurales. Niños y jóvenes que no tienen muchas oportunidades de desarrollo; y expuestos desde temprana edad a la violencia de la milicia.

Emiliano estuvo tres años en el Ejército, de los 16 a los 19. Siempre fue soldado raso. Después de haber presenciado enfrentamientos en el estado de Durango, decidió darse de baja. Entonces se fue a trabajar a Cancún, como personal de seguridad en el Hotel Fiesta Americana. Ahí permaneció alrededor de un año. Después, con su familia, se trasladó a Pentatlán, Guerrero, e ingresó a la policía, a la que perteneció por dos años. Posteriormente se trasladó a otras poblaciones y tuvo diversos trabajos. Emiliano también fue líder de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS).

“A mi hijo Emiliano desde pequeño le pusimos el “vocho”, pues nació en el mes de agosto de 1967, en Atoyaquillo, municipio de Coyuca de Benítez, estado de Guerrero. Aquí en Atoyaquillo hacemos celebraciones en los primeros días de agosto, en el que se hace un muñeco de zacate que se le dice vocho”.

Emiliano era amigo de Paula Galeana, así como Fortunato Avelino Huizache, de Coyuca de Benítez, quien “ayudaba a vender a su papá”, recordó doña Benita. “También llevaba una buena relación con Hilda Navarrete Gorjon (miembro de la organización de derechos humanos “La voz de los sin voz”).

Doña Benita reconoció que nunca denunció ante las autoridades estatales la desaparición de su hijo Emiliano. Una vez, incluso, dijo que Rocío Mesino le había mandado decir, con Eudosio Avelino, que dejara de buscar a los desaparecidos.

Por cierto, la desaparición y posible homicidio de los tres presuntos eperristas dio pie a que la PGR intentara acusar de asesinato a uno de los hermanos Cerezo. Pero, el único testigo que se presentó a declarar, dijo que el Cerezo en cuestión tenía 15 años cuando entrenaba a señores de 45 en Guerrero.

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