“Bien me lo decía Mari. Soy Rebe. Mari falleció el día de
hoy”.
El mensaje llegó a las 10:52 de la noche del 18 de junio de
2013. Así, críptico y terrible, fue enviado desde el celular de su novia
Maricarmen Estrada Tinoco, de 23 años, residente en la Colonia Lindavista, en
Zapopan, Jalisco. Se encontraba ahí
porque estudiaba la carrera de ingeniería agrónoma. Le faltaba un mes y medio
para titularse.
El novio reside en el Distrito Federal, la ciudad natal de
Mari. Por lo que esa noche estaba muy lejos de ella. Marcó inmediatamente. La
llamada no entró. No conocía formalmente a los padres, así que trató de
comunicarse durante esa noche y
finalmente, tras un par de horas llamó a la familia.
Guadalupe y Alfredo, padres de Maricarmen, fueron
despertados por esta noticia en su casa, en el Distrito Federal. Llamaron al hijo
mayor, que reside en Jalisco–. Este había visto a Mari alrededor de las 8 de la
noche de ese 18 de junio, cuando se reunieron.
Pero Mari no llegó a la escuela al día siguiente. Los amigos
y profesores en la Universidad Autónoma de Guadalajara no sabían nada. Pasaron
varios días sin que nadie les diera razón. Llegaron a Guadalajara el día 24 de
junio. Fueron a casa de su hija directamente desde el aeropuerto.
Abrieron la puerta del departamento de Mari, en la colonia
Lindavista. En la recámara el ventilador se hallaba prendido, la computadora
sobre la cama, encendida, con el Facebook abierto, el bolso de la joven a un
lado. Aparentemente, la noche de la desaparición, Mari sólo saldría un momento.
En la casa sólo faltaban sus llaves y una tarjeta de débito –que no registró
movimiento alguno–. Y la camioneta, una trade blazer 2002 color azul marino.
“Bien me lo decía Mari…”, probablemente resonó en la mente
de los padres.
La familia interpuso la denuncia en la procuraduría tapatía.
“Nunca hicieron nada”, se duele el padre de Maricarmen. “Todo lo que se
investigó lo hice yo”.
“Solicité que revisaran las cámaras de las calles por las
que pudo haber pasado”, y “me dijo el policía: ‘¿para qué?, no se ve nada. Es
una pérdida de tiempo. No se ve nada, está muy oscuro’”. Finalmente, un mes y
medio después de la desaparición de Mari, les dieron los videos, lo que no
arrojó resultados.
Gracias a que el teléfono (Telcel) estaba a nombre del
padre, Alfredo Estrada, supieron que si bien fue apagado la noche del 18
–después de enviar el mensaje–, al siguiente día, alrededor de las 8 de la
noche, alguien abonó 30 pesos al crédito y utilizó el internet hasta que agotó
el crédito. La familia cree que utilizaron el GPS para acceder a los mapas de
la ciudad. Sin embargo, hasta la fecha no han obtenido acceso a la sábana de
llamadas, y las torretas de radiolocalización, ya que las autoridades tampoco la
pidieron.
Durante casi cuatro
meses, los familiares trataron de plegarse a los tiempos de las autoridades, después cansados de esta espera,
decidieron publicitar su caso. Entonces, el 23 de octubre, las autoridades informaron a la familia que había sido hallada la
camioneta de su hija en una barranca del municipio de San Cristóbal la
Barranca, a 40 minutos del departamento; el cadáver una mujer joven se hallaba
adentro: se trataba de Mari, quien habría muerto el día que desapareció.
La versión que la policía dio a los medios de comunicación
en Guadalajara es la siguiente: Maricarmen Estrada iba manejando cuando se
pinchó o explotó una llanta, la joven perdió el control del vehículo y cayó al
barranco. No había sido localizada porque el lugar de los hechos es despoblado.
Se trató de un accidente. Por supuesto, los amigos y seres queridos de Mari no
creen esta hipótesis.
*Texto publicado en El Universal Gráfico el 12 de noviembre de 2013