martes, 7 de diciembre de 2010
Para leer a #wikileaks (o apuntes sobre la primera matrixwar)
En realidad para leer a Wikileaks sólo es necesario eso: saber leer. Sin embargo, frente a la débil polémica que Estados Unidos ha lanzado respecto a la ilegalidad de filtrar y difundir información, no está de más recordar algunos conceptos elementales de ciudadanía.
Derecho a la información.
Los más escuetos escritos sobre el derecho a la información advierten, palabras más, palabras menos que "ejercer la ciudadanía" implica la existencia de un sistema democrático que posibilite la libre difusión informativa y de opiniones que aporten elementos para decidir sobre el destino social de un país. Por eso, la condición de ciudadanía sólo puede ejercerse si se garantiza, promueve y respeta el derecho a la información.
El problema es que, en el caso de la información que puede ser sensible para la seguridad nacional, no es claro hasta dónde los ciudadanos pueden saber (esta nebulosidad le ayuda mucho a los gobiernos). En otras palabras, las naciones y los Estados han invocado en muchas ocasiones el tema de seguridad nacional para no hacer públicos documentos y datos que en teoría deberían ser de conocimiento público.
Por ejemplo, en México, una de las grandes barreras contra el acceso a la información ha sido el secreto bancario y, recientemente, la seguridad nacional, debida a la guerra contra el narcotráfico.
En estos resquicios es donde ha operado wikileaks. Mediante la filtración de documentos que, en teoría deberían seguir resguardados, pero cuyo interés público es indiscutible.
Y es que, en ocasiones, y en el caso se documentos oficiales, frente a la llamada "reserva" de información (sobre todo cuando se alega información de personas privadas), se puede presentar la carta: "interés público".
En este caso, cabe preguntarse si es o no de interés público el espionaje que Estados Unidos practicó desde sus embajadas; sus intenciones para manipular los acuerdos mundiales contra el cambio climático ; su evaluación, en el caso mexicano, de la llamada "lucha contra el narcotráfico; su interés en la salud mental de la presidenta de Argentina... y así.. al infinito.
Desobediencia civil
Dice HD Thoreau, inspiración de algunos anarquistas y algunos republicanos (estadunidenses), así como de algunos gandhianos (SIC), que, frente al mal gobierno, hacen valer su derecho a no hacer caso a dicho mal gobierno.
Esta es la base de los movimientos más importantes del siglo XX en el mundo occidental.
¿Acaso los ciudadanos del mundo no podrían rebelarse frente al secreto impuesto por los gobiernos más poderosos? ¿Sólo hasta dentro de 25 o 30 años podremos saber lo que está ocurriendo ahora?
Dice Thoreau:
"Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto".
Añade:
"No puede haber un gobierno en el que las mayorías no decidan de manera virtual lo correcto y lo incorrecto – sino a conciencia?, ¿en el que las mayorías decidan sólo los problemas para los cuales la regulación de la conveniencia sea aplicable? ¿Tiene el ciudadano en algún momento, o en últimas, que entregarle su conciencia al legislador? ¿Para qué entonces la conciencia individual?".
Pero, quizá más que otro, mi favorito para leer a Wikileaks es Habermas, quien desentraña el porqué del lenguaje culto, cifrado, elevado, frente a los demás. Y es que, el secreto es el núcleo del poder. El poder radica en el conocimiento que se comparte.
De ahí que la mayor parte de los regímenes autoritarios (incluidos los de "izquierda")sean opacos, poco claros y guarden muchos secretos.
(Sobre el papel del secreto en el poder, me encontré este otro ensayo interesante, si bien no conozco al autor.)
Entonces, para disolver el poder, para que el ciudadano tome un poco de poder a su vez, es necesaro la disolución del secreto... y qué mejor que los secretos de crímenes de guerra, de políticas internacionales y los del secreto bancario (en un futuro no lejano), para empezar a hacer sociedades globales más "horizontales" (está de moda ese término); pero, sobre todo, para acabar con el monopolio del poder.
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