Juan Manuel Martínez no quiere pronunciarse sobre las
investigaciones policiales en torno a la desaparición de su hija Karina. Pero
al final se le escapa una sola frase: “Intervinieron cuando la niña apareció.”
Esa frase, dicha con pena y luto, resume 26 días. Desde que
el 3 de octubre, después de comer, Karina saliera de su hogar en la colonia
Vistas del Pedregal y caminara cuadra y media para la pasar la tarde en casa de
su amiga Ana, una joven de 21 años, y su bebita; después, al filo de las siete de la noche, se dirigiera
al café internet “Game Over”, un pequeño local sobre la angosta calle de
Totolapan, y una vez que saliera de ahí no se la volviera a ver.
La frase engloba los siguientes días, cuando los padres
fueron a CAPEA a reportar la desaparición y visitaron e interrogaron a las
amigas de la niña, cuando tapizaron el barrio con volantes impresos con el
rostro ancho e ingenuo de Karina y notaron que alguien los arrancaba por las
noches. Cuando visitaron periódicos y revistas para difundir el caso y pedir ayuda
en la búsqueda de la adolescente de 15 años cumplidos, que debía pasar tres
extraordinarios para poder inscribirse al bachillerato y así regresar al
estudio, la niña que había deseado mucho una fiesta de XV años, con baile, y
vestido y todas esas cosas que acompañan la celebración de esa edad, pero
debido a la situación económica que había golpeado a su familia tuvo que
conformarse con esperar tiempos mejores. La frase abarca la espera burocrática de una, dos semanas y luego tres semanas, para
tramitar la información necesaria del celular que llevaba Karina: teléfonos
marcados, mensajes, torre de localización. Y la frase abarca también la falta
de pistas e indicios: la ausencia de cámaras de seguridad en la cuadra y media
en la que desapareció una adolescente de 15 años, entre las 7 y 9 de la noche
del 3 de octubre.
Resume el mediodía del 29 de octubre de 2013, cuando alguna
autoridad llamó al teléfono fijo proporcionado por la familia: un número que
comparte con otros vecinos. Habían llamado para informar sobre un hallazgo en
el paraje 38 de Tlalpan, a 3.5 kilómetros de distancia del hogar familiar, que se
cubre en 8 minutos en auto sin tráfico o 45 minutos a pie. El mencionado
hallazgo se encontraba junto a la ciclopista, una ruta divertida para andar en
bicicleta, aunque los usuarios se han quejado constantemente de los asaltos. Muy
cerca de la carretera Picacho Ajusco, esa autopista panorámica, rodeada de
bosques, pinos y prados, pero donde es frecuente que criminales avienten cadáveres,
debido a que la impunidad es cobijada por el despoblado y la fauna del lugar. Ese
mediodía del 29 de octubre, la autoridad refirió que ahí había sido hallado el
cuerpo desmembrado de una joven con la misma ropa que llevara Karina: sudadera
negra con franjas rosas, tenis, calcetas.
–Intervinieron cuando la niña apareció.– La frase resuena
como un eco, con la voz seca y de luto del padre de Karina.
Se calcula que a mediados de esta semana, estarán terminados
los estudios para determinar si efectivamente se trata de Karina. Hasta la
fecha no hay líneas de investigación sobre quién o quiénes se la llevaron. “No
hay sospechosos. No nos dicen nada”.
Ahora, la familia tiene otra espera: la de los resultados.
La del luto. Y la de justicia.
*Texto publicado en El Universal Gráfico el 5 de noviembre de 2013.
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Sin rastro de Karina, tras visitar a su amiga
Durante septiembre, Karina Martínez Ruiz, de 15 años, la pasó estudiando para presentar tres materias que quedó a deber en la secundaria: inglés, danza y otra asignatura más que la madre, Gloria Ruiz, no recuerda. Quería entrar al bachillerato, pero la adolescente debía esperar en casa hasta que comenzara el siguiente ciclo escolar.
Había sido un año difícil; además de los extraordinarios, no tuvo fiesta de XV años porque la situación económica en casa no lo permitió, así que sus padres le prometieron algo especial para cuando cumpliera 16. Sólo le quedaba esperar para retomar la escuela y organizar el festejo.
Mientras esto se concretaban, durante las tardes Karina visitaba a su vecina Ana, una joven de 21 años, mamá primeriza de una bebé de año y medio.
Fuera de visitar a Ana, Karina no salía mucho. Es más bien tímida y no le gustan las multitudes: incluso prefiere no ir a la tienda cuando está llena de muchachos. Pero recientemente había sacado su cuenta de Facebook y en ocasiones iba al café internet.
El jueves 3 de octubre, Karina se preparó un huevo a la mexicana para comer y después pidió permiso a su madre de ir con Ana. A las 2:30 de la tarde salió de casa, caminó unos pasos hasta la avenida Totolapan, en Vistas del Pedregal, una colonia popular en la delegación Tlalpan, encaramada ya en las faldas del cerro. De hecho, desde algunas partes es posible ver el sur de la ciudad, en aquellos días en los que la contaminación lo permite.
ANA NO LA PUDO ENCAMINAR
Karina bajó por un andador lleno de árboles hasta la calle de su amiga, quien la recibió con la bebé. Esa tarde la pasaron jugando con la niña. Conforme se hizo tarde, Ana tuvo que ponerse a lavar la ropa y a preparar la cena de la familia. Karina se alistó para irse.
Por lo general, Ana acompaña a su amiga hasta su calle, pero en esta ocasión, entre la cena y la ropa, ya no la pudo encaminar. Pero todavía no estaba oscuro por completo, así que no le preocupó que el farol del andador estuviera fundido. Pasadas las siete de la noche, la adolescente se despidió e inició el regreso a casa.
BÚSQUEDA EN VANO
La señora Gloria llegó a casa hasta las 8 de la noche. Había salido para recoger en la secundaria a otro de sus hijos. Cuando se percató de que Karina no estaba, pensó que seguía con Ana. No marcó al celular de su hija; prefirió bajar hasta la casa de la amiga. Fue hasta entonces que se enteró que Karina había salido una hora antes. La buscó en el café internet, no estaba; la llamó al celular, pero estaba apagado; la buscó con las amigas de la secundaria, pero fue en vano.
Al día siguiente la señora Gloria y su esposo, Juan Manuel Martínez, interpusieron una denuncia en CAPEA. En la colonia Vistas del Pedregal no hay una sola de las 13 mil cámaras que vigilan las calles de la ciudad de México.
La familia de Karina ha colocado volantes en la colonia; aunque muchas veces los arrancan. Entre tíos y primos se han cooperado para mandar hacer unas lonas con la fotografía de Karina. Hasta la fecha las autoridades no han tramitado la sábana de llamadas del celular de Karina, el cual se encuentra apagado desde el 3 de octubre.
De acuerdo con una nota del portal periodístico Animal Político, casi 4 mil personas han sido reportadas como desaparecidas en el DF, pero únicamente 44% regresa a casa.
Recientemente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal emitió una recomendación en la que enfatizó que en la ciudad no se han implementado protocolos de búsqueda adecuados en el caso de extravío y desaparición de personas.
Publicado en El Universal Gráfico el 29 de octubre de 2013.
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