viernes, 30 de diciembre de 2011

La muerte del chaneque




Gente del campo y la ciudad. Abogados y campesinos. Indígenas nahuas y mestizos universitarios. Todos tienen algo qué decir de los chaneques y los aluxes. Unos creen declaradamente; otros más creen... pero nomás poquito. Los más dirán que no creen, pero relatarán, con voz emocionada, alguna historia de primera, segunda o tercera mano, que “les consta” y no pueden explicar... Y, con amargura en la voz, acusan los viejos: los niños de hoy ya no creen en chaneques.

Sierra Negra de Puebla. Un universitario mira las cimas de los cerros elevarse triunfantes sobre la niebla. Se siente “como en la isla de King Kong”, dice. No es un lugar para científicos rabiosos. La montaña es cerrada, húmeda y fría. Exacerba los sentidos. Un grupo de espeleólogos lleva varios años explorando las cavernas de la zona: Los Chaneques, La Casa de Niebla, La Casa de Cristal, La Cueva de Agua y El Encanto. Geólogos, universitarios y espeleólogos despliegan el rigor técnico de sus mapas topográficos y mediciones del subsuelo. Pero el manto citadino no los protege del mito de los chaneques o “los innombrables”, como les dicen en Iztaxochitla.

En ocasiones —relatan uno, dos, tres universitarios— se han perdido a tres pasos de la vereda. Algunos dirán que son las condiciones climatológicas: con lluvia o neblina el paisaje se vuelve extraño. A veces no se alcanza a ver más de medio metro enfrente de uno. Pero la mayoría coincide: no sólo es eso. Porque, después de verse perdido por horas, alguno realizará el ritual que les mostró Juanita, una señora del lugar, para cuando hayan entrado a la dimensión de los chaneques y no puedan salir: una oración en nahua a “los innombrables”, y luego partir una hoja con un machete o navaja... el camino, dicen, se muestra de inmediato.

Arturo, un biólogo de 37 años, cuenta una historia más. No fue el protagonista, sino, asegura, testigo directo. Hace unos seis años, el 23 de diciembre, dos espeleólogos, Lorenzo y Gabriela, caminaban por la sierra. Iban a alcanzar a sus compañeros, que acampaban en el paraje El Chantoro, pero se proponían antes explorar una cueva llamada El Encanto. Antes de llegar a la comunidad más cercana, Iztaxochitla, se encontraron con unas señoras vestidas “de manera peculiar” —como citadinas, pues. Una de ellas le dijo a Lencho: “Yo a ti te conozco: te gusta visitar cuevas, pero en esta ocasión no vas a entrar. Ni te lo imagines que vas a entrar”. Lo mismo le dijeron a Gabriela.

Cuando llegaron a Iztaxochitla le contaron lo sucedido a Juanita. Ésta les dijo: “Yo que ustedes les hacía caso, porque esas mujeres son los enviados de ‘los innombrables’”. Gabriela y Lencho prosiguieron su camino. Llegaron al campamento al anochecer. Al día siguiente Gaby amaneció muy enferma; tanto, que no pudo ni salir de su tienda. Los demás comenzaron a prepararse para ingresar a El Encanto: casco, arnés, cabos de seguridad. Debajo del overol llevaban un traje de neopreno, ya que la cueva lleva mucha agua, y muy fría. Cuando comenzaron a descender, Lencho sintió un terrible dolor en el vientre. Como de apendicitis, pensó, consternado. Salió de inmediato. En cuanto se quitó el neopreno se dio cuenta de que una piedrita de carburo (el combustible que antes se utilizaba en las lámparas para cuevas) había caído entre el neopreno y su piel; con el sudor, el carburo hizo reacción y le quemó el vientre y parte del pecho.

Ni Gaby ni Lorenzo bajaron ese día a las cuevas. Entre los compañeros se cuestionaban, entre broma y no broma: ¿fue coincidencia o fueron los chaneques?

EL GRAN CHANEQUE
En 1897, el topógrafo Ismael Loya descubrió una gran estatua en la cima del volcán San Martín Pajapan, del sistema montañoso de los Tuxtlas, Veracruz; sobre ella, en 1968 el arqueólogo veracruzano Alfonso Medellín escribió que los indígenas popolucas y nahuas siempre supieron de su existencia, y que la “nombraban Chane, ‘el chaneque’ o nuestro ‘padre San Martín’ (...) algo que se respeta, se teme, se propicia y se venera”.

En los Tuxtlas la gente del campo relata cómo en los caminos solitarios, cerca de la laguna Encantada de la Cueva del Diablo, todavía se siguen escuchando las voces de niños pequeños. Pero no hay nadie. Son los chaneques, dicen. Elsa, instructora de yoga de 58 años, vive en Cancún, Quintana Roo, pero creció en Veracruz: Xalapa, Santiago y San Andrés Tuxtla. En su primera infancia vivió en el rancho Perseverancia, Loma Bonita (colindando con Oaxaca). Ahí, asegura, conoció un chaneque. Tendría unos cuatro años cuando, cuenta, hizo un amiguito. Era un hombrecito negro, del tamaño de ella misma, sin camisa y con pantalón azul. “Me platicaba que había personas que vivían debajo del agua”. Cuancuanco era su nombre.

Un día la mamá de Elsa se dio cuenta de esto y se lo platicó a su compadre, un señor de apellido Navarrete. “Esto es muy peligroso”, le dijo el señor, “porque los chaneques pierden a los niños”. La familia mandó traer un cura y fueron exorcizados el rancho, la casa señorial y los alrededores. Desde entonces, cuenta Elsa, no volvió a ver a Cuancuanco.

—¿Y los aluxes?

—Son iguales que los chaneques. Cuidan la milpa, pero también debes pedirles permiso para entrar al monte. Cuando acá (en la Península) se pierde una persona en el campo, antes de llamar a Protección Civil, la mayoría llama a un curandero para pedirle permiso a los aluxes de pasar a buscar. De otra forma, aunque esa persona esté enfrente de ti, no la podrás ver.

UNA TACITA DE CAFÉ
La señora Teresa es una abogada originaria del Distrito Federal (DF) que vivió varios años en Mérida. “En la zona maya, nadie duda de la existencia de los aluxes”, sentencia. “No importa la clase social a la que pertenezca la gente”. Del DF se llevó, entre otras cosas, un horno de microondas que “no funcionó cuando llegué a Mérida. Originalmente pensé que se había estropeado con el viaje. Así que lo regalé. Y un día, en un Carrefour, ofrecían unos hornitos de microondas y me compré uno. Llegué con mi nuera a la casa. Pusimos dos tazas de agua para hacernos un té y funcionó. Pero a la mañana siguiente ya no encendió. Lo regresamos a la tienda, pero ahí funcionaba perfectamente”.

Llamaron a un electricista. La instalación eléctrica de la casa estaba bien; el horno estaba bien. El electricista concluyó: son los aluxes. Recomendó a Teresa que se deshiciera del horno. Si los aluxes no quieren horno, mejor no tenerlo. Llamaron a un segundo electricista. Recomendó lo mismo. Teresa se deshizo del horno y no volvió a tener problemas. Fue muy feliz durante su estancia en Mérida, y su jardín siempre estuvo esplendoroso. Ya de regreso en el DF una vez compró una figurita de un aluxe en una feria: “Todos los días le sirvo una tacita de café. Y todos los días se evapora”.

BOSQUE AGONIZANTE
El historiador rumano Mircea Eliade escribió en El mito del eterno retorno (1951) que los mitos siguen vigentes porque en ellos el hombre repite el acto de fundación, elevándolo a acto cosmogónico mediante los ritos de los objetos venerados. Así, los mitos y leyendas populares —en este caso prehispánicas— no son sólo historias, sino que forman parte del cemento que cohesiona un pacto social y un elemento que lo renueva. La antropóloga Luisa Paré Ouellet y la bióloga Elena Lazos escribieron en el año 2000 el estudio Miradas indígenas sobre una naturaleza entristecida. Percepciones del deterioro ambiental entre nahuas del sur de Veracruz, donde concluyen que el mito de los chaneques controlaba socialmente el cuidado de los recursos naturales, los bosques y selvas, e imponía normas de sustentabilidad para los pobladores. “Estos duendes no sólo existen en los Tuxtlas, zona famosa por sus brujos y chaneques; son comunes a prácticamente todas las regiones boscosas de América Latina e incluso del mundo. Aparecen en muchas culturas bajo distintos nombres, con una heterogeneidad de formas y actitudes, pero todas sus expresiones nos reflejan parte del espíritu humano”. Pero “Ora ya nadie cree”, relata el testimonio de don Hilario, recopilado por las investigadoras. “Antes para agarrar agua había que pedir permiso. Sus dueños (en alusión a los chaneques) ya no quieren que mates animales. No puedes matar hembras, ni pequeñitos. Pobres venados, cómo se han acabado”.

Si bien los chaneques y los aluxes permanecen, algo se trastoca al desvanecerse las selvas y bosques que una vez protegieron: la Sierra Negra sufre un deterioro irreversible, y los ediles de la región han identificado como delitos más frecuentes el robo de vehículos y la tala clandestina. Los espeleólogos advierten de la tala sistemática de la sierra para la siembra de maíz, cultivo que deja yerma la tierra en una o dos temporadas.

En Los Tuxtlas está la selva húmeda localizada más al norte del continente americano. Desde 1980 la sierra de Santa Marta o de Soteapan —ahí donde reinaba en la cima del volcán el Gran Chaneque— fue declarada Zona de Protección Ambiental, y en 1998 fue reclasificada como reserva de la biósfera; sin embargo, la deforestación, debida sobre todo a actividades de ganadería, nunca se detuvo. Estudios de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) consideran que se ha perdido el 90 por ciento de las selvas y bosques de niebla de Los Tuxtlas. Y los núcleos de bosque que quedan se encuentran fragmentados: porciones de bosque aquí y allá divididas por pastizales. Esta fragmentación ha provocado la desaparición de unas 10 especies de anfibios y reptiles en los últimos 10 años, como lo anunció en abril pasado un comunicado de la UNAM. También ha desaparecido el jaguar, que no cuenta con el espacio necesario para sobrevivir: el Gran Chaneque que dejó de caminar su sierra.

CREENCIA QUE SE RECICLA
El antropólogo Elio Masferrer Kan es quizá uno de los más reconocidos expertos sobre antropología de las religiones. Es Presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, y de 1979 a 1984 ocupó el cargo de Investigador Asociado del Instituto Indigenista Interamericano, organismo especializado de la Organización de los Estados Americanos. Masferrer Kan relata que los chaneques tenían la función de cuidar el bosque, pero que ya no hay bosque, y entonces han pasado de ser protectores a ser figuras amenazantes. Lo mismo ha ocurrido con otro personaje de la sierra norte de Puebla: Juan del Bosque.

—¿Qué tipo de problemas conlleva esto?

—De tipo sociológico. Un personaje que antes se veía protector ahora es amenazante. Está molesto porque destruyeron el ecosistema que tenía que proteger. Lo mismo pasa con los nahuales. Hay algunos antropólogos que investigaron a los nahuales en la ciudad, donde también pasaron de ser figuras muy poderosas a ser muy amenazantes. Se encontraron relatos en las colonias populares que atribuían a los nahuales el robo de tubería, por ejemplo. Todo esto forma parte del proceso de reciclaje de los personajes.

—¿Por qué personas de la ciudad también relatan historias de chaneques?

—Lo que pasa es que muchas veces la gente puede tener determinadas creencias, pero no las quiere hacer explícitas. A un científico le dará pena creer en esas cosas, por lo que tendrá un comportamiento totalmente ambiguo. Pero son un conjunto de creencias compartidas por todos los mexicanos.

—Entonces ¿está vigente el mito del chaneque?

—Sí. Por supuesto. Y hay otros: los que se van de rodillas, pidiendo a la Virgen, o los que creen en San Judas Tadeo. La gente cree, y esto sigue regulando los comportamientos en el país. Hay un dicho popular que dice: “Las brujas no existen; pero de que las hay, las hay”.

LA CASA DE NIEBLA
Iztaxochitla, Sierra Negra de Puebla, abril de 2011. Édgar, Omar y Ulises, jóvenes universitarios, quieren explorar una cueva. La entrada (un hoyo que desemboca a lo desconocido) se encuentra junto a un cerro. Deben descender una suerte de rampa natural para acercarse a la entrada. La estrategia: colocar una cuerda para recorrer con seguridad la rampa y colocar una segunda cuerda para el tiro de la entrada. Mientras están colocando la cuerda de la rampa el cielo se nubla por completo y empieza a llover. Unos minutos después, a unos 30 metros de distancia, cae un árbol. El ruido los asusta. La lluvia los cala, la niebla desciende, todo el ambiente se enrarece, pero siguen trabajando. Omar conecta su descensor (comúnmente llamado “marimba”) a la cuerda y comienza a bajar por la rampa. Se está acercando al tiro de entrada cuando, a unos cuantos metros de él, se desgaja un pedazo del cerro y cae en la cueva. El ruido es ensordecedor. Omar relata: “Termina el bullicio, ¿sigo aquí? La conciencia vuelve, pero se va y da paso al pánico (...) Salgo como puedo, con lo que puedo...”.

Abandonaron la exploración. Conforme se fueron alejando del lugar, dicen, la lluvia cesó, salió el sol y vieron un arcoiris. Al día siguiente regresaron. Pudieron entrar. Nombraron al sitio “La Casa de Niebla”, porque la neblina desciende y parece ser tragada por la cueva. Cuando regresaron a Iztaxochitla, Juanita les dijo que lo que pasó fue que en las cuevas donde hay neblina viven “los innombrables”: los chaneques.

Lydiette Carrión

*Publicado en Milenio Semanal

jueves, 22 de diciembre de 2011

Luto y tortura. Las dos caras del 2 de octubre

Lydiette Carrión


A partir de ahora es oficial: la bandera mexicana deberá izarse a media asta cada 2 de octubre, en señal de luto por los estudiantes asesinados en la plaza de las Tres Culturas en 1968. Pero el tema de los estudiantes y la represión no termina.

Este martes, el mismo día en que se publicó el decreto del 2 de octubre en Diario Oficial de la Federación, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) emitió la recomendación 10/2011, en el que documenta los casos de cinco personas que sufrieron tortura en manos de la policía capitalina. Uno de ellos es Víctor Herrera Govea, golpeado primero por granaderos y después por policías judiciales durante la marcha del 2 de octubre de 2009.

Víctor es un chavo de ideas anarquistas, que ese año (2009) fue a la marcha de los estudiantes. A la altura de Bellas Artes, varios manifestantes comenzaron a apedrear las vitrinas de un Oxxo y se enfrentaron con granaderos. Hay videos de los hechos, y en ellos nunca aparece Víctor. En cambio sí se aprecia a otro joven vestido de amarillo, quien fue detenido por policías y casi inmediatamente soltado.

Si bien no se comprobó la participación de Víctor, los granaderos lo detuvieron y lo golpearon. Los hechos fueron grabados por estudiantes. El video fue subido a Youtube. Ahí se aprecia a Víctor con el rostro, la playera y el pelo llenos de sangre, agarrado del cinturón por un policía; de frente a las cámaras lo deja ir.

Sin embargo, después de la marcha, judiciales vestidos de civil lo arrestaron. Éstos declararon que lo habían detenido infraganti robando el Oxxo. Lo volvieron a golpear. Según la recomendación de la CDHDF, uno de ellos le golpeó la cabeza en una jardinera, cuando ya estaba detenido.

A pesar de que Víctor no aparece en ninguno de los videos del saqueo al Oxxo, en 2010 una juez determinó que Víctor era culpable. Lo condenó a dos años 9 meses de cárcel y 90 días de multa (4 mil 932 pesos), además de 6 mil 500 por los daños a la tienda Oxxo y 2 mil 2 pesos por el valor de los objetos “robados”.

La familia de Víctor decidió no impugnar la sentencia para sacar a su hijo de la cárcel. Llevaba ya un año preso en el Reclusorio Norte. La recomendación de la CDHDF es un poco de justicia frente al abuso que jueces y policías cometieron contra Víctor.

Columna "rendija" publicada en El Universal Gráfico el 22 de diciembre de 2011

También:

Víctor Herrera y Emmanuel: breve historia de terror sobre los penales del Distrito Federal
Víctor Herrera Govea: sentencia condenatoria
Víctor y la acción directa

martes, 20 de diciembre de 2011

Claroscuros del caso Marichal


*Imagen tomada de Facebook. Perfil "Palo de Ron".


Torcer un poquito las palabras ayuda a generar “presuntos culpables”.

Con el nuevo tipo penal que sanciona el delito de feminicidio en el Distrito Federal, las autoridades han buscado ser eficientes. No cabe duda, por ejemplo, que hicieron un buen trabajo en el caso de las periodistas Marcela Yarce y Rocío González, quienes el pasado 31 de agosto fueron asesinadas.

Pero ese éxito puede impulsar a las autoridades a violar los procedimientos penales y los derechos de los implicados, en aras de seguir presentando ante la prensa un récord de “eficiencia”.

El caso del feminicidio de Julia Marichal, actriz destacada en el ámbito artístico e intelectual de nuestro país, parece ser campo fértil para que la procuraduría sienta la necesidad de presentar un culpable lo más pronto posible.

Mauricio Marichal, de 30 años, era sobrino de Julia, y trabajaba para ordenar el archivo Juan de la Cabada, padre de Julia y quien fue un relevante escritor e intelectual.

Mauricio fue arraigado. El procurador Miguel Ángel Mancera informó que “es investigado por los objetos que se le encontraron entre sus pertenencias como bolsas de plástico, cinta canela, un cuchillo y un cúter”.

Sin embargo, la declaración de Mancera es, en el mejor de los casos, imprecisa. Estos objetos fueron hallados en el hogar de Julia Marichal, en el archivo donde Mauricio trabajaba. Pero Mauricio no vivía ahí; no se hallaron estas cosas en su mochila, ni en su hogar.

La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal formuló medidas precautorias dirigidas al juez que emitió la orden de arraigo contra Mauricio. Si bien, sólo un juez puede determinar si Mauricio es culpable o inocente, todos debemos exigir un proceso justo, porque cualquiera puede verse involucrado en una situación similar. Basta recordar el caso de la estudiante Mariel Solís, quien fue presentada a los medios acusada de homicidio, y posteriormente se demostró su inocencia.

La familia de Julia y Mauricio ha estado marcada por el talento, pero también ha sido víctima de la violencia con anterioridad. Diez años atrás, otro primo de Mauricio fue asesinado. Nunca hallaron al culpable.

PD

Las otras víctimas del asesinato de Julia fueron sus mascotas: 4 perros y 4 gatitos pasaron casi 10 días sin comida o agua, ya que las autoridades impedían su auxilio. Finalmente, defensores de los animales solicitaron el apoyo de Hugo Camacho, jefe de la Brigada de Vigilancia Animal de la SSP del GDF. Los perritos fueron felizmente rescatados. Pero los gatos de Julia se escaparon; nadie sabe dónde están.

*Columna "Rendija" publicada en el Universal Gráfico el miércoles 14 de diciembre de 2011.




Leer también: "Marichal y el elefante"

domingo, 11 de diciembre de 2011

La desaparición de Fanny



*Texto publicado originalmente en Milenio Semanal.


Una noche de hace siete años Silvia Stephanie Sánchez fue aparentemente secuestrada. Hasta hoy se ignora su paradero. Ante la indolencia de las autoridades, su madre prosigue su búsqueda.


Lydiette Carrión

A siete años de que su hija Fanny fuera raptada, Silvia Elida Ortiz está cansada. Pero las mantas que ha colocado por la ciudad de Torreón aún le ruegan a su captor: “Sabemos que las autoridades no harán nada... Que nos deje verla si está viva. Si le hizo un daño mayor que me lo diga también. Ya no le diremos nada. Sólo déjanos verla de nuevo”.

El cinco de noviembre de 2004, Silvia Stephanie Sánchez-Viesca Ortiz, entonces de 16 años, salió de un juego de basquetbol en el Colegio Español. Para devolver un discman se dirigió, con su mochila rosa en forma de conejo al hombro, a casa de un amigo del barrio donde había vivido hasta un par de meses antes, cuando se mudó junto con su familia a las afueras de Torreón. No lo encontró. Se dirigió a casa de otra amiga del rumbo y le pidió dos pesos a la mamá para el camión de regreso: le habían robado su monedero en la escuela. La señora vio a la chica dirigirse hacia la parada de la calle 28 y Matamoros. Eran cerca de las 20:30 horas. Desde entonces nadie sabe de ella.

La hipótesis más aceptada por las autoridades federales apunta a que Fanny fue secuestrada por gente del crimen organizado y vive actualmente como mujer de algún mafioso, aunque no se descartan otras líneas de investigación.

En marzo de 2010, Alicia Elena Pérez Duarte y Noroña, titular entonces de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Relacionados con Actos de Violencia en Contra de las Mujeres (Fevim), describió la historia de Fanny como un caso “paradigmático”. Frente a medios locales, Pérez Duarte declaró: “Hasta donde yo lo conocí no es un asunto de tráfico propiamente, pero es muy similar a eso sacar a una niña menor de edad de su medio para que sea compañera, concubina de una bola de mafiosos”, dijo, y añadió: “¿Para qué se la llevaron? Para ser la concubina de uno de estos desgraciados. A mí no me pueden decir que ella se fue sola”.

VICIADO DE ORIGEN

Uno por uno, los individuos señalados por las investigaciones como responsables del secuestro han sido vinculados con actos legalmente comprometedores o han sido asesinados. Alfredo García, El Gigio, falleció en una balacera en Nuevo Laredo, se relata en el Diagnóstico de las Condiciones de Vulnerabilidad que Propician la Trata de Personas en México, realizado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y el Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social en 2009, aunque el principal sospechoso es Jesús Ramón Ruelas García, El Moyo o Chuyín, quien hace unos años fue detenido en Nuevo Laredo por la portación de armas de fuego, de acuerdo con Silvia Elida Ortiz, aunque rápidamente fue puesto en libertad. El Moyo era sobrino de Rodolfo García Vargas, El Rudy, y de la hermana de éste, La Cony, quienes han sido señalados por medios locales como los responsables de abrir la plaza a uno de los cárteles de la droga en Torreón.

La misma noche en que Fanny desapareció El Rudy y La Cony preinauguraron el bar Club Fox en la esquina donde la niña fue vista por última vez. Había muchas camionetas con placas de Tamaulipas. En una de éstas, apuntan las investigaciones, se la llevaron.

En el diagnóstico referido se advierte que la encargada del bar tenía relación con “el comandante René de León, del Grupo Antisecuestros de Torreón, y que es tía del Moyo o Chuyín. La averiguación se vició y no tuvo frutos en el grupo antisecuestros, que por cierto tuvo un gran descalabro” cuando su director, Enrique Ruiz Arévalo, fue secuestrado el 15 de mayo de 2007 y no se volvió a saber de él sino hasta que apareció en un video, torturado y declarando sobre presuntos vínculos de autoridades locales con integrantes del crimen organizado.

El Moyo y miembros de su familia asediaban a Fanny cuando ella vivía en esa zona de la ciudad. Le gritaban cuando la veían en la calle y la llamaban “presumida” y “altanera” porque no les respondía. También la llamaban por teléfono. Seis meses antes de su desaparición, desde un coche, le sacaron fotografías. Una vez la defendió nada menos que el boxeador Marco Antonio Veneno Rubio, quien, al ser testigo del hostigamiento que sufría la niña en la calle, los increpó: “A ella no”. Y, por esa vez, la dejaron en paz. En otra ocasión Fanny fue a la tienda en compañía de un amigo de su hermano. Comenzaron a molestarla y el joven también trató de defenderla. Hasta que le rompieron el brazo.

PRIMEROS INDICIOS

El Moyo fue llamado a declarar. De acuerdo con el reportaje del periodista Quitzé Fernández, “La niña a quien se tragó la noche” —publicado en Semanario del diario localVanguardia en 2007—, Jesús Ramón Ruelas García declaró por primera vez el 27 de diciembre de 2004. Entonces El Moyo dijo que ese cinco de noviembre de 2004 había estado en el Sams Club haciendo compras con su esposa. Pero durante su segunda declaración, el 29 de octubre de 2005, aseguró que sólo había dicho eso por presión de las autoridades. Testigos que presentó El Moyo en descargo desmintieron posteriormente haber estado con él la noche del cinco de noviembre.

La procuraduría estatal inició hasta 2006 la averiguación previa L1-AE-004/2006. Con el paso del tiempo formularon tres hipótesis: que Fanny fue asesinada y sepultada en el fraccionamiento San Rodolfo, propiedad de El Rudy, en Torreón; que es víctima de explotación sexual comercial y, finalmente, que fue secuestrada para ser pareja de un importante líder de la delincuencia organizada. Esta última versión ha sido fortalecida por las investigaciones federales.

Hasta mayo de 2007, tres años después de su desaparición, la entonces Fevim (ahora Fevimtra) atrajo por fin la investigación para dar con Fanny. Ese mismo año miembros de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) que participaban en el caso se trasladaron a Torreón. Un día, relata Silvia Elida Ortiz, los agentes se fueron a comer unas gorditas. Cuando regresaron al carro les habían dejado un sobre en el parabrisas. Dentro había una foto con un mensaje: “Ya no la busquen, ya no se llama Stephanie. Ahora se llama Claudia”.

Silvia Elida Ortiz explica que se hicieron estudios de la fotografía y determinaron que sí se trataba de Fanny. “Sin embargo, yo no la reconozco”, dice la madre. En septiembre de 2007 Alicia Pérez Duarte les informó que Fanny había sido ubicada en un condado de Texas, Estados Unidos, y que era madre de una niña. Agentes federales incluso dijeron verla en persona. Sólo los separaba una calle. “Ella (Pérez Duarte) me dijo: ‘Tu hija la tiene uno de los jefes del cártel. La tiene como su mujer’. Y yo le dije: ‘Pues tráiganla’. Pero me respondieron que era muy peligroso”. Y añade: “¿Cómo pueden decirme eso? ¿A quién recurro entonces?”.

En el mes de octubre Pérez Duarte citó a los padres para pedirles que arreglaran sus papeles para viajar a Estados Unidos. Pero cuando todo estaba listo la fiscal les dijo que esperaran un poco más, que iba a solicitar apoyo de Eduardo Medina Mora, en ese entonces titular de la Procuradoría General de la República. La ayuda nunca llegó.

En diciembre de ese 2007 la madre de Fanny le envió un mensaje de texto a la fiscal y ésta le regresó el nombre de la comunidad en la que se suponía se hallaba Fanny: Pharr, Texas. “Vayan ustedes”, decía el mensaje. Y los padres fueron, solos y con sus medios personales. Pharr resultó una población de 46 mil personas. No encontraron nada. De regreso a México, cuando intentaron comunicarse con Pérez Duarte, se enteraron que había renunciado.

Texas no fue la única línea de investigación de las autoridades federales. En agosto de 2007, la SIEDO envió el oficio número SIEDO/UEIS/7882/2007, donde se informó que un testigo había tenido comunicación con una persona que se hizo llamar Jenny y cuyos rasgos físicos eran los de Silvia Stephanie, en el negocio One Mart, ubicado en la Avenida 71, Indian School, en Phoenix, Arizona, aunque la familia jamás lo supo. Hoy la Procuraduría de Coahuila lleva el caso. Desde 2008, Fevimtra sólo es coadyuvante.


MUERTE EN EL DF

Desde hace unos unos cuatro años las autoridades le dijeron que buscaban a Rodolfo García Vargas, El Rudy, tío del principal sospechoso y dueño del bar en cuyos alrededoresFanny fue vista por última vez, explica Elida Ortiz,. Pero el nueve de julio de 2009, El Rudy, entonces de 40 años de edad, fue asesinado en la Ciudad de México. Entonces los medios reportaron que las autoridades lo encontraron agonizando al interior de un domicilio en la colonia San Juan de Aragón, delegación Gustavo A. Madero. Había sido baleado en la cabeza, una pierna y un brazo. Fue trasladado al Hospital General Balbuena por la ambulancia A8066 del ERUM. Murió minutos después. Junto a él había un recado que decía: “Pinole por harina”. Las autoridades lo atribuyeron a un asunto de drogas, pero en la casa había una serie de fotografías de una mujer descuartizada. La Fiscalía de Homicidios de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal lleva el caso de El Rudy; en tanto, Elida Ortiz advierte que hasta la fecha las autoridades a cargo de investigar la desaparición de su hija no han tenido acceso a esas fotografías: la policía del Distrito Federal no se las ha dado.

“A mí estas cosas no se me hacen razonables”, dice Silvia Elida. “Entiendo que cada estado tiene libertad de investigación. Pero aquí estamos hablando de delincuencia organizada”. Apenas hace ocho meses agentes trasladaron a la mamá de Fanny a las oficinas de la SIEDO en la Ciudad de México para reconfirmar declaraciones, datos y nombres de posibles responsables. A estos últimos ni siquiera los han llamado a declarar.

Así llegó el séptimo aniversario del secuestro de su hija. A la familia Sánchez-Viesca Ortiz sólo le quedó poner sus lonas en Torreón, con un mensaje a los responsables. Una de ellas fue colocada en el lugar donde desapareció su hija y otras dos en las salidas de la ciudad. La primera no duró más que un día. Alguien la retiró: los familiares de los presuntos responsables siguen viviendo en esa zona.

EL PEOR DESENLACE

“Yo tuve a mi hija hasta los 16 años”, dice Silvia. “Yo sé quién es mi hija hasta los 16 años: una muchachita que estaba en su casa, que odiaba que le tiraran piropos. Ella mandaba al carajo a los muchachos. Era una chamaquita que tenía miedo de tener una relación; demasiado seria, que ni siquiera bailaba en las fiestas”.

Silvia Elida relata que los hermanos de Fanny le dicen: “Hay que ser positivos”, cuando ella externa la posibilidad de que su hija esté muerta. “Sí, hay que ser positivos”, añade la mamá. “Pero ella no hubiera aguantado esa clase de vida. Sé del síndrome de Estocolmo. Ella (podría) estar con un canijo que la tuviera bien sometida. Pero también pudo estar con un canijo que la pudo haber matado. Y, bueno, me dicen las autoridades: está viva. ¿Cómo se atreven a decir que está viva y no me la traen?”.

“Con estos señalamientos, ¿no le da miedo que pueda haber represalias contra su familia?”, pregunta la reportera. “¿Tú crees que yo tengo miedo? No tengo miedo. Ni mi familia tiene miedo. Pero a la fecha no creo que (a los responsables) les vayan a hacer nada. La maestra Teresa Ulloa, de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres (y Niñas en América Latina), me está ayudando con el caso. Independientemente de eso, yo voy a seguir pegando mantas en esta área”.


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Coahuila, zona del silencio

Reportaje: Fanny, la niña a quien se tragó la noche. Vanguardia Por Quitzé Fernández.


viernes, 9 de diciembre de 2011

DF: Batallas por el agua




*Columna publicada en El Universal Gráfico el Miércoles 8 de diciembre de 2011



Dicen que, en el futuro, las guerras en el mundo serán por el agua. En la Ciudad de México han comenzado los primeros escarceos.

Está el caso de Iztapalapa, de la que literalmente bebió la ciudad de México (pues el agua se extraía del subsuelo de la demarcación) durante muchos años. Ahora, en época de estío, cada día se vuelve una batalla por conseguir los litros mínimos necesarios para beber, mantener una casa medianamente limpia, lavarse...

Quizá sea el caso más conocido. Pero no es el único. En el sur de la ciudad se encuentran el Ajusco y sus pobladores: una mezcla de pueblos originarios y asentamientos más o menos irregulares, regiones semi rurales; algunos fraccionamientos clasemedieros; y un par de enormes mansiones.

El nombre Ajusco proviene de la palabra náhuatl “Axochco”, que significa floresta de Agua. El parque nacional del Ajusco sigue siendo una importante zona de recarga de mantos acuíferos; si bien ha sido deforestado.

En los años setenta, que comenzaron a multiplicarse los asentamientos en esa zona, se inició la construcción de tuberías para proveer agua potable a la zona. Sin embargo, éstas nunca se terminaron. Quizá era demasiado caro inviable. Lo cierto es que quedaron ahí, a la intemperie, arterias que llegaban a ninguna parte, relatan los vecinos. Desde entonces, hace cuarenta años, cada semana, o cada tercer día, pipas de agua suben a abastecer a los habitantes.

La semana pasada, los pobladores del Ajusco y los piperos unieron causas; cerraron la carretera México-Cuernavaca para exigir a la delegación Tlalpan, que saldara el adeudo de seis meses que tiene con los piperos y, de paso, les aumentara la paga, ya que el combustible se ha encarecido demasiado. Los manifestantes se enfrentaron con policías, debido al cierre de la carretera. El resultado, anunciaron autoridades dos pobladores y 26 policías heridos.

A raíz de la trifulca, las autoridades se comprometieron a pagar los adeudos. Pero lo cierto es que ninguna administración -priista o perredista- ha atacado el origen del problema: la instalación de tuberías de agua potable y contención efectiva de los asentamientos en áreas naturales.

El de Tlalpan es un caso más de los diversos fenómenos que cada vez se acentuarán más en la Ciudad de México: estiaje, escasez de agua y, paradójicamente, inundaciones y hundiemientos. Se trata no sólo de un problema ecológico o de servicios. La provisión de agua es un asunto de seguridad nacional. El Distrito Federal será el epicentro.


* Twitter @lydicar

jueves, 1 de diciembre de 2011

Tortura en Tepito, ¿un hecho aislado?




*Columna "Rendija" publicada en El Universal Gráfico el 30 de noviembre de 2011.

El caso del operativo en Tepito -el sábado 19 de noviembre- evidencia las redes de crimen organizado instaladas en el que es quizá el barrio más antiguo de la Ciudad de México. Pero también describe otra plaga: la práctica de la tortura en la Ciudad de México.

Cinco policías han sido detenidos a raíz de un video que mostraba a servidores públicos haciendo “pocito” a detenidos. Vecinos y autoridades han advertido que los policías se encolerizaron, porque uno de sus compañeros que participó en el operativo recibió un balazo en el rostro.

El titular de la SSP capitalina, Manuel Mondragón ha asegurado que el de la tortura en Tepito es un caso aislado. Los organismos de derechos humanos no lo consideran así.

De acuerdo con Mario Patrón, primer visitador de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), este año se han emitido dos recomendaciones por tortura, y están en proceso otras tres (Desde 1994 a la fecha, ha emitido 37 recomendaciones similares).

Entre 2010 y lo que va de 2011, se han acumulado 141 expedientes por tortura en la ciudad.

A pesar de que el DF tiene normas progresistas al respecto, “el patrón común en estos casos es la impunidad” advierte Mario Patrón”.

Como muestra un botón, relatado en la recomendación 8/2011 de la CDHDF: el caso de Yasser Serna Flores, Sinhué Peralta Gómez y Oscar Barrera Reyes, quienes fueron detenidos de forma ilegal y torturados por seis policías judiciales en mayo de 2008.

Los policías les exigieron dinero para dejar de torturarlos. Los golpearon desde el momento de la detención hasta su puesta a disposición ante el Ministerio Público. Los jóvenes permanecieron en el reclusorio ocho meses, antes de ser exonerados.

Hasta el momento, el caso se encuentra impune.

De los seis policías involucrados, dos fueron destituidos por el Consejo de Honor y Justicia. Aunque se quedaron sin trabajo, no fueron sancionados penalmente. Otros dos agentes son procesados por el delito de extorsión, por otros hechos. Un quinto policía ya fue jubilado, relata Mario Patrón.

Ninguno fue procesado por el delito de tortura. La procuraduría capitalina sólo emitió una consignación a un juzgado de paz por delitos “contra la procuración de la justicia”. Pero el juez regresó el expediente por no estar debidamente integrado.

Con el caso de Tepito, las autoridades del Distrito Federal tienen la oportunidad de demostrar que pueden acabar con la impunidad.


Para leer más: "Un mall para Tepito?"

¿Un "mall" para tepito?


*Columna "Rendija", publicada en El Universal Gráfico el 23 de noviembre de 2011


Tepito se debate entre balas y proyectos para centros comerciales.

El sábado 19 de noviembre, una balacera entre presuntos delincuentes y elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF), dejó como saldo dos personas muertas, 13 detenidos -uno de ellos menor de edad y otro lesionado- y dos policías heridos de gravedad.

Nueve de los detenidos fueron remitidos a la Procuraduría General de la República. Además, el procurador capitalino, Miguel Ángel Mancera, informó que una vez que entren en vigor las reformas a la Ley de Extinción de Dominio del DF, se analizará la posibilidad de expropiar la vecindad donde ocurrieron los hechos.

Mientras, en los pasillos del GDF, se conversa sobre un posible plan para desarticular la mecánica de violencia y narcomenudeo que existe en uno de los barrios más antiguos y emblemáticos de la ciudad: cambiar el perfil socioecónomico del barrio bravo.

Agustín Torres, delegado de Cuauhtémoco relata que, si bien, nadie ha presentado en su escritorio un estudio por escrito para transformar Tepito (como sí hay para otras colonias), sí ha escuchado conversaciones al respecto en el GDF. Incluso, se ha planteando que este cambio tenga como columna vertebral la construcción de varios centros comerciales.

Los predios que podrían ser enajenados a raíz del incidente del sábado pasado serían los números 17, 21 y 25 de Tenochtitlán, según vecinos de Tepitos. Una vecina del barrio, Rosario, señala que algunos de estos espacios ya habían sido expropiados en el 85, después del temblor, debido a que sufrieron daños estructurales. En ese momento, casi el 60 por ciento de los espacios habitacionales de Tepito pasaron a ser propiedad del entonces Departamento del Distrito Federal. Sin embargo, en la operación, muchos de sus antiguos dueños se quedaron sin nada.

A esto se suma el anuncio que hizo Protección Civil en octubre pasado: el GDF acordó facilitar la expropiación de todos aquellos inmuebles que se encuentran en situación de alto riesgo sísmico. Entre las colonias contempladas se encuentran: la San Rafael, Guerrero, Santa María, y, por supuesto, Tepito.

Si bien esto puede ser una respuesta a un problema real de delincuencia y crimen organizado, también afectaría de forma directa a los habitantes de Tepito que viven de forma honesta. Tepito es uno de los barrios más antiguos no sólo de la ciudad, sino del país (algunos cronistas advierten que existía ya desde la época prehispánica), que ha conservado la estructura clásica de la vecindad: espacios comunes y fuertes vínculos sociales entre los vecinos. Cuna de boxeadores y emprendedores, ha sido afectada de forma cada vez más profunda por la violencia y la corrupción que acompaña a la delincuencia organizada. ¿Existirá una forma de combatir este problema sin afectar estas raíces y el orgullo de sus habitantes?